Texto que habla sobre la violencia, agresividad y destructividad que ocurre entre feministas. Hace un análisis del fenómeno y propone que tengamos conductas de auto-crítica que den cuenta del problema para cuidar nuestras comunidades y luchar con los verdaderos enemigos.

La necesidad de traducción de éste texto se debió a la urgencia de debatir sobre la violencia entre feministas y reflexionar sobre nuestras éticas dentro del feminismo entre compañeras, la deconstrucción de la misoginia internalizada y la autocrítica de la reproducción de viejos patrones de comportamiento en los cuales fuimos socializadas como mujeres y lésbicas y que son estimulados por la heterosexualidad obligatoria –competición entre mujeres, destrucción mútua, envidia y exclusión- el uso de los rumores con otras activistas y la falta de discusión sobre la resolución de conflictos y actitudes responsables de tal forma que nos cuidemos mutuamente y a nuestras comunidades de resistencia común.

Este texto está siendo traducido para una selección sobre este tema de sororidad práctica y autocrítica.

Puede ser reproducido parcial o enteramente, preferiblemente desde que no se modifique el texto original de manera en la que se distorsione la discusión de la autora.

Dudas, quejas, deseo de discusión de algún tema, resolución de conflicto, críticas, incomodidades, inquietudes, escribir a apoiamutua@riseup.net

Texto encontrado en el sitio apoiamutua.milharal.org

Editado por herética ediciones lesbofeministas independientes. Traducido al español por tato. Revisado por hembrista.
Una discusión sobre el problema de la hostilidad horizontal

Por denise thompson
Noviembre 2003

Este artículo no fue ofrecido para publicación o presentado verbalmente. Fue escrito en respuesta al pedido de una amiga sobre mis propias ideas sobre la hostilidad horizontal, en un momento en que ella se sentía luchando con el tipo de cosas discutidas aquí. se cuando terminé de escribir – marzo de 1993 – porque puse la fecha.

El término, ‘hostilidad horizontal’, fue acuñado por florynce kennedy, en su artículo de 1970, ‘opresión institucionalizada vs. La hembra’, publicado en la antología editada por robin Morgan, “la hermandad es poderosa”1(o “la sororidad es poderosa”2, penelope, 1992 60). Es un término que data bien desde el comienzo de la liberación de las mujeres (sea en us o en donde quiera que su artículo haya sido leído). Y si el nombre es tan viejo como la liberación de las mujeres, el problema es al menos tan viejo, si no más viejo que éste.

La hostilidad horizontal es una forma de poder-como-dominación entre y en medio de las mujeres. por eso el mejor contexto para discutir esto es en términos de relaciones de poder entre mujeres.

El proyecto feminista de identificar y desafiar la dominación masculina no significa que solamente los hombres oprimen a las mujeres, y que las mujeres son automáticamente exentas de valores, actitudes y comportamientos supremacistas masculinos, y nunca se comportan mal con otras mujeres. es importante mantener en mente el principal enemigo, esto es, la dominación masculina. Pero por el hecho de que la opresión es institucionalizada, y porque ella constituye un estatus quo y supuestamente un mundo, es siempre muy fácil caer en maneras impensadas de comportar-se que refuerzan patrones de dominación.

De cualquier manera, porque las mujeres son subordinadas y los hombres son dominantes en condiciones de supremacía masculina, los patrones de dominación típicos de las mujeres son sistemáticamente diferentes de los de los hombres, o sea: son menos directos, disimulados, menos visibles y activos. El comportamiento femenino que reproduce sentidos y valores supremacistas masculinos tenderá a dar evidencia de la posición subordinada desde la cual las mujeres están actuando, aunque las mismas acciones involucren auto-agradecimiento a expensas de la otra. por eso la hostilidad horizontal entre y en medio de las mujeres típicamente envuelve formas de poder-sobre que van desde una posición de debilidad, no de fuerza.

La Hostilidad horizontal puede envolver bullying para someter a alguien que no es más privilegiada en una jerarquía de las relaciones sociales supremacistas masculinas ante aquella que la acosa. Puede envolver intentos de destruír la buena reputación de alguién que tiene más acceso a los niveles más elevados de poder que aquella que está difundiendo el escándalo. Puede implicar responsabilizar a alguién de la opresión de otra persona, así mismo que ella también sea oprimida. Puede envolver demandas envidiosas para que otra mujer se detenga de usar sus propias habilidades, porque el éxito de cualquier persona en mejores condiciones que usted misma “la hace” sentir inadecuada y sin valor. O puede envolver intentos de silenciar la crítica por atacar a aquella percibida como la que realiza la crítica. En términos generales, envuelve percepciones confundidas de la fuente de la dominación, localizándola en mujeres que no están comportándose opresivamente (en la medida de que no está claro). Y esto es inspirado por odio, aquella primera fuerza motivadora que mantiene el motor de la supremacía masculina rodando.

Florynce kennedy fué directo al corazón de la cuestión cuando colocó su discusión de la hostilidad horizontal en el contexto de consentir la opresión de una misma. Ella no estaba argumentando que ese ‘consentimiento’ era a causa de la opresión. Aunque ella dice que “no puede haber un sistema realmente tan omnipresente y penetrante en la opresión como los estados unidos, sin el consentimiento de(la-l) oprimido” (p. 492), ella no quería decir que si paráramos de consentir lo mismo, simplemente desaparecería. Las mujeres no consienten la violación, por ejemplo, pero eso no ha disminuido marcadamente su ocurrencia. Ella estaba consciente de que las mujeres no eran responsables por su propia subordinación. Ella sin embargo quiso señalar que aquella opresión no era solamente coaccionada o violentamente-forzada, pero que una orden social opresiva requería un cierto grado de complicidad para su continuada existencia.

La complicidad requerida de nosotras en condiciones de supremacía masculina es la complicidad en la ideología de la debilidad femenina. Las mujeres deben ser ‘débiles’ para que entonces los hombres puedan ser ‘fuertes’. La fuerza de los hombres es adquirida a expensas de las mujeres. Ese requerimiento ideológico de debilidad femenina no va desconectada incluso en las condiciones del día-a-día de la realidad falocrática.

Las mujeres constantemente se resisten a la subordinación a los hombres con el fin de sacar algo de libertad de acción e influencia propia. Las maneras convencionales de resistir, sin embargo, refuerzan antes de desafiar el estatus quo. Derrotar al opresor en su propio juego, por ejemplo, deja las reglas del mismo intactas, incluso cuando una mujer ocupa una posición más alta en la jerarquía. Las perspicacias y seducciones femeninas inflan el ego masculino el mismo tiempo en que ellas confieren a las mujeres beneficios a corto-plazo. Lágrimas y tantras, o frialdad y lejanía, pueden hacer que él sea mantenido bajo control temporalmente, pero por lo general él tiene algún lugar para ir ya que el mundo está construido a su propia imagen y semejanza. Igual cuando una mujer individual se encarga de derrotar a un hombre individual u hombres, lo que surge no es una relación de igualdad. El papel de la mujer ‘dominadora’ es permitido por dentro de la forma falocrática, como una manera de intimidar las mujeres a la subordinación – la ‘vaga’, la ‘histérica’, la ‘bolsa de relleno’, ‘la castración femenina’ – o como una forma de erotizar la culpa masculina, por ejemplo la ‘dominatriz’ en el encuentro sexual sadomasoquista. Paradójicamente la ideología de la fragilidad femenina requiere de una gran cantidad de violencia para ser mantenida. La hostilidad horizontal es el uso en medio de las mujeres de esas técnicas desenvueltas en el contexto de resistencia al poder masculino. La intención es inducir a la sumisión a otra que es percibida como enormemente poderosa, en cuanto que, al mismo tiempo, reforzar la idea de que las mujeres no pueden tener poder.
Kennedy mencionaba como las ‘mujeres se utilizan como agentes de los opresores’ (p. 493), pero su discusión sobre hostilidad horizontal, que ella también llamaba como ’desechar’3 era tentadoramente breve. Ella no daba ejemplos de la ocurrencia de esto entre feministas. Ella tendía más a hablar sobre el control de si misma, que sobre las maneras en las cuales intentamos controlarnos unas a otras. ‘Mujer’ dice ella, ‘en su condición consensual cabeza-lavada frecuentemente actúa fuera de su papel de madre rodante sin ninguna presión notada de alguien. Observar ’notada’ (p. 494). Ella, de cualquier forma, se refería a la parte jugada por la ‘hostilidad horizontal’ en la ‘demolición… de algunos grupos políticos radicales, y es triste decir, algunos grupos de liberación de mujeres’ (p. 495). Ella sigue adelante para decir que eso hace parte de las ‘Técnicas de dividir-y-conquistar del Establecimiento’:
“Personas oprimidas son frecuentemente bien opresivas cuando son primariamente liberadas. ¿Y porqué no deberían serlo? Ellas conocen bien ambas posiciones. Una bota de alguien en su pescuezo o una bota de ell*s en el cuello de alguien… tanto si est*s se agrupan juntos en una atmósfera fría, húmeda de su recién descubierta liberación… las mujeres… muchas veces se chocan unas a otras antes de aprender a compartir y disfrutar su recién descubierta libertad (pp. 495-6)”
Sus sugestiones sugeridas son también breves y no elaboradas. Ella dice:
“Para evitar esos efectos destructivos de la hostilidad horizontal, las mujeres necesitan un despertar político y/o social de la patología del oprimido cuando son confrontadas por los expertos de ‘dividir-y conquistar’”(p.495).
Ella también sugiere abstenernos de enfurecernos con individualidades, y en lugar de eso, dirigir nuestra rabia a objetivos más apropiados, estos son, sistemas e instituciones en lugar de personas.
“Patear el balde” – dice ella, “debería ser apenas para donde hay un balde protegiendo el sistema” (p. 499). Este comentario muestra que ella estaba consciente de que sus soluciones sugeridas eran menos que perfectas, una vez que las instituciones funcionan por medio de acciones, actitudes y compromiso de individualidades. Con todo, sus recomendaciones sirven como una alerta para que nosotras tengamos en mente el enemigo principal. Y a pesar de la brevedad de su explicación, está claro que ella consideraba la hostilidad horizontal como una forma de ‘poder sobre’ recreado por mujeres contra mujeres, y que esa invariabilidad servía a los intereses del opresor y trabajaba contra los intereses de las mujeres. En éste sentido, era una reelaboración de los patrones de comportamiento dominantes adquiridos como un resultado de la participación en la realidad falocrática.
Julia Penelope está de acuerdo substancialmente con Florynce Kennedy. Ella también ve eso como una forma de consentimiento para la opresión. Ella se refiere a esta como una ‘opresión internalizada’, y la describe como:
“Hostilidad Horizontal y lo mejor de todo del heteropatriarcado para mantenernos en ‘nuestros debidos lugares’; nosotras hacemos el trabajo de los hombres y sus instituciones por ellos… (…) nos hace direccionar nuestra rabia – que surge de nuestro estado marginal y subordinado en el heteropatriarcado y que debería ser dirigida a nuestros opresores – a otras lesbianas y mujeres, porque sabemos que es más seguro…(…) funciona para garantizar nuestra continuada victimización dentro de nuestros propios grupos, y nos mantienen silenciadas cuando la mayoría queremos hablar; nos mantienen pasivas cuando la mayoría queremos desafiar, porque no queremos ser el objetivo de la rabia de otra Lésbica.” (Penelope, 1992:60)

Insultos
Una de las formas de hostilidad horizontal discutidas por Penelope es la ‘llamada de los nombres’. Ella dice que el insulto es ‘un substituto mediocre al análisis reflexivo’ (p. 65). Ella puntualiza que el llamar a alguien de algo es fácil. Fácil de hacer, fácil de acreditar y fácil de recordar, porque, como ella dice, ‘requiere absolutamente ninguna reflexión, ningún análisis, y ninguna justificación’ (p. 69). Rotular a otras con nombres como ‘Nazi’, ‘fascista’, ‘racista’, ‘elitista’, ‘clasista’, ‘policía sexual’4 ‘puritanas’, ‘moralistas’, etc. es también peligroso si es bien realizado en conseguir lo que eso pretende, esto es, intimidar aquellas etiquetadas en silencio y parar cualquier desafío o debate. Aquellas que acreditan que estos nombres dicen algo cierto sobre aquellas que fueron rotuladas, sin pensar sobre lo que estas palabras significan, o sin preguntar por la sustancia o evidencia, también participan en la hostilidad horizontal, así como si estas personas no son las rotuladoras originales. Las injurias buscan destruir la buena reputación de aquellas personas rotuladas, controlar sus pensamientos y acciones y aterrorizarlas hasta el silenciamiento. Banaliza los verdaderos horrores del fascismo, racismo, opresión clasista y supremacía masculina y disminuye las agonías de aquellas y aquellos que hayan sufrido más por esos regímenes. Desenfoca distinciones importantes entre, por un lado aquell*s que como, supremacistas blancos, neo-Nazis, ideólogos supremacistas masculinos, violadores, etc., defienden, glorifican y practican violencia y comportamiento deshumanizante sobre aquell*s que éstos definen como ‘inferiores’, y aquellas de nosotras que , por otro lado, pueden conservar actitudes racistas, etc., actitudes a pesar de nuestras mejores intenciones. Y establece distinciones prejuiciosas entre nosotras mismas por miedo de enfatizar aquellas opresiones que nos dividen, a expensas de y para la exclusión de la opresión que tenemos en común como mujeres y lésbicas.

Los sentimientos no son lo suficiente

Otro tipo de hostilidad horizontal que Penelope discute es el uso de ‘declaraciones psicológicas’ (psych-predicates). Esas son formas de uso del lenguaje que describen como nos sentimos al respecto y reaccionamos a las demás, de una manera que asigna una fuente de esos sentimientos a alguien. Decir de alguien que ella es ‘intimidante’ por ejemplo, Penelope dice, ‘requiere una experiencia del sentimiento específico nombrado por el verbo para describirla a ella misma como un objeto a ser actuado por el comportamiento o la actitud de alguien’ (p. 73). El uso de predicados psicológicos permite a aquella que lo dice, evitar responsabilizarse por sus propios sentimientos, y pone esa responsabilidad en alguien. También permite atribuir intenciones a la supuesta ‘intimidadora’ que ésta puede no tener, y acusarla de deseo de dominar que ella puede no querer, y afirmar la visión de aquella que denuncia como única interpretación posible. Hablar de este proceso en términos del uso del lenguaje, afirma Penélope, no es negar la realidad de nuestros sentimientos. Y, al contrario, alertarnos de que es siempre fácil culpara a otras y acusar falsamente – el lenguaje es construido para eso. Penélope comenta que el uso de tal lenguaje ‘mantiene la ficción heteropatriarcal de que somos emocionalmente dependientes’ (ibid). Yo agregaría que eso también refuerza la creencia de que somos débiles y desprotegidas y completamente a merced de otros todo-poderosos. Porque tal desprotección tiene a ser defendida, tendemos a atacar con el fin de aniquilar a aquellas que percibimos como la fuente de esa sensación. Es ese sentido de desprotección la verdadera fuente de la hostilidad horizontal. Esto es sugerido por algo que Vera Ray dice en su artículo ‘Una investigación de la Violencia en las relaciones diádicas Lésbicas’. (Ray, 1991). Ella dice que, aunque hayan similitudes entre el abuso de mujeres por hombres en relaciones heterosexuales y la violencia en relaciones lésbicas, hay una diferencia crucial. Donde el hombre susa violencia para mantener y reforzar su dominación en la relación, una agresora lésbica usa violencia para ‘igualar’ lo que ella percibe como un desbalance de poder. Ella se precibe a si misma como ‘débil’ y su pareja como ‘fuerte’ y ella la ataca como forma de demoler aquella ‘fuerza’ que ella (erróneamente) siente que es la fuente de su propia ‘debilidad’. Esto no escusa la violencia, como apunta Vera. Nadie merece ser agredida. Pero eso indica que la violencia entre mujeres, se origina en la debilidad y no en la fuerza. Como Vera lo pone, en esta instancia las mujeres ‘son corrompidas por un sentido de falta de poder’ (p. 46). La misma observación fué hecha por Joanna Russ en su artículo ‘Poder y Vulnerabilidad en el Movimiento de Mujeres” (Russ, 1985). En éste artículo, Russ critica lo que ella llama ’el grande Imperativo Femenino’, la expectativa de que ‘se supone que las mujeres hacen a las demás personas sentirse bien, supliendo las necesidades de otras sin tener ninguna necesidad propia’ (p.43). Ella describe como éste imperativo es impuesto a las mujeres por otras mujeres por medio del síndrome de “Madre Mágica/Hermana temerosa”. Una ‘Hermana Temerosa’ (HT), dice ella, es una mujer que abrazó su propia indefención e inefectividad como manera de evitar la culpa servicial de satisfacer sus propias necesidades, ejercitando sus propias habilidades, y alcanzando su propio éxito. Una HT eleva al estatus de ‘Madre Mágica’ (MM) a cualquier mujer que alcanzó algo que ella misma fué incapaz de alcanzar. Ella culpa a MM por los malos sentimientos que ella misma tiene sobre su propia falta de conquistas, y procede a exigir que la MM asuma sus sentimiento heridos (los de la HT), y cuide de ella. Una vez que esto se torna imposible, la HT se vuelve enfurecida y ‘lincha’ a MM. La MM, que en ese punto puede haber estado inconsciente de su estatus ‘mágico’, cae en la trampa y acepta la visión de la HT. Ella se vuelve una MM por miedo de reaccionar con culpa, por intentar mitigar los sentimientos lastimados, por disculparse de despreciar sus triunfos propios, embarcándose en ajustarlo todo y hacer a todo el mundo sentirse bien. Dada la imposibilidad de eso, su respuesta actual es el miedo y la parálisis facial ante los permanentes gritos de rabia de HT.

Russ sugiere que el camino para salir del círculo vicioso de la culpa, la autorecriminación y la parálisis para las mujeres es reclamar nuestras propias conquistas y valor propio. Una HT necesita darse cuenta de que, aunque sus sentimientos de desolación pueden ser resultado de relaciones de poder fuera de su control, también pueden no serlo. Ella necesita aprender que conserva su agencia moral aún en condiciones de opresión (usando el concepto desarrollado por Sarah Hoagland, Hoagland, 1988), y todavía hay algunas cosas que ella puede hacer, que todavía tiene algo de responsabilidad, incluso si su libertad de acción se ve limitada por las condiciones objetivas.

Ella necesita aprender que atribuir enormes cantidades de poder a otra mujer es una ilusión, así como también lo es su interpretación de que ella misma está completamente desamparada. Y ella necesita aprender que el oprimido también puede ser opresivo. No solo puede compartir, aunque mínimamente, los estatus y privilegios de los dominantes a expensas de otros oprimidos, sino que también posee maneras de manipular a los dominantes. Una HT necesita protegerse usando éstas técnicas contra otras mujeres, técnicas de disimulación victimista, de terquedad, de exigencias de que alguien resuelva sus problemas por ella, y considere sus sentimientos heridos a costa de la exclusión de sus propios proyectos.

Una MM, por otro lado, necesita aprender que no está disponible infinitamente, ni debe apoyar inmensurablemente, ser eternamente paciente, o sea, que ella no es la ‘mamá’ de nadie (en el sentido supremacista masculino del absoluto autosacrificio). Ella también necesita aprender que, como Russ lo coloca, ’los sentimientos de culpa no significan automaticamente que ella es la culpable de todo, o igualmente de cualquier cosa que ocurra, y debe por tanto hacer reparación por medio de colocar todo en orden. La culpa es tan endémica en la población femenina y funciona tan sistemáticamente para mantener a las mujeres al servicio de los hombres, que ella puede simplemente tener cambios en el patrón generalizado que comparte. En éste caso, desde que no haga nada para corregirlo, ella debe simplemente lidiar con los sentimientos de culpa hasta que se hayan ido.

Cómo reconocer la Hostilidad Horizontal

Es importante distinguir entre hostilidad horizontal y crítica genuina, porque la crítica infundada es destructiva y paralizante, la crítica es todavía necesaria si el feminismo está para continuar creciendo y desarrollándose y manteniéndose relevante y no degenerarse en un dogma ¿papagayante?. Mientras el feminismo necesita de la crítica, éste no precisa del terrorismo irracional de la hostilidad horizontal. Mientras que ambos se puedan sentir dañinos y humillantes, la hostilidad horizontal es duramente cruel y no tiene otra motivación que no sea la de dañar. Es un castigo ciego y la creación de chivos expiatorios con aquellas que son accesibles porque no son tan diferentes en poder y en privilegio. La crítica por otro lado, no posee una intencionalidad de lastimar, pero si de remover las neblinas y desenmascarar la verdad de la cuestión. Es considerada y reflexiva. Envuelve un intento genuino de trabajar en lo que está sucediendo, y muestra consideración por la otra en la medida en que no se es deliberadamente y cruelmente ingentil. Lo antes posible, es caracterizada por una discusión considerada, bien pensada y substancial.

Aunque esto no sea siempre posible, especialmente en el calor del momento, la crítica es hasta el último momento sincera en las cuestiones que coloca. No es una competición sobre quien está en lo cierto y quien está errada, sobre quien vence y quien pierde. En lugar de esto, la crítica está preocupada en desvelar la verdad, y se opone a las mentiras, secretos y silencios, engaños y rumores sin substancia. No es necesario tener todo ordenadamente trabajado (calculado) antes de expresar las dudas. Pero es vital preguntar para saber y evaluar las reacciones propias. Es importante preguntarse a si misma cuestiones como: ¿me estoy sintiendo amenazada por lo que ella está diciendo?¿y si fuera así, por qué?¿estoy justificada de sentirme incómoda?¿cuál es la fuente de mi incomodidad?¿hay suficientes evidencias? Etc.
Algunas veces las preguntas van a tener respuestas inmediatas. Pero reservar juicios es también una forma de crítica, es una forma de negarse a alistarse en la hostilidad horizontal. Mientras que la crítica se caracteriza por una búsqueda cuidadosa del sentido de lo que se dice, la hostilidad horizontal es el sinsentido, debido a que la información contenida en un nombre indecente es tan escasa. ¿Qué significa por ejemplo, llamar a otra feminista de ‘racista’ o ‘clasista’ o ‘fascista’, sin ir más allá de ella para justificarlo y dar razones? ¿La palabra ‘fascista’ tiene algún significado aplicada a otra mujer, dada la historia del fascismo y los males perpetrados bajo su influencia? La acusadora debe estar clara en su propia mente sobre el significado de los términos que aplica a otra mujer, y la forma particular o las formas en las cuales la acusada fué ofendida. Es mejor permanecer en silencio, que ganar una victoria fácil sobre otra mujer que probablemente ya tiene un vasto inventario de culpabilidad generalizada por la acusación por accionar.

Es de suponer que estas recomendaciones son relevantes no solamente para aquellas con formación en pensar, discutir y raciocinar, es decir, aquellas con educación terciaria. Pero todas podemos pensar. No es una técnica confinada a las instituciones de ‘alto conocimiento’. Todas podemos saber también en nuestras propias mentes. Todas podemos separar verdad de falsedad, enemistad de amistad, lo que es solamente confuso o ignorante de aquello que es deliberadamente errado. Un buen argumento no es necesariamente uno sofisticado y largo. Todas podemos dar razones de lo que hacemos, igual si no estamos inicialmente conscientes de las razones y que se tome algún tiempo para encontrarlas. Y todas somos capaces de entender que cometemos errores, reconociéndolos y aprendiendo de ellos. Todas somos capaces de decidir si existe evidencia suficiente, y de reservar las sentencias hasta que podamos hacer una que sea informada. Todas somos capaces de substanciar lo que hablamos, y de confirmar nuestras afirmaciones con evidencias. También somos capaces de respetar la buena reputación de cada una. Y somos todas capaces de examinar nuestros propios motivos.

Lejos de ser el caso de que estas habilidades estén confinadas a una pequeña élite, es vitalmente importante que todas las feministas las desarrollemos. El fracaso en éstas cuestiones mantendrá en la trampa de los juegos de poder de la ideología supremacista masculina.

Como evitar la Hostilidad Horizontal

Por evitar la ‘hostilidad horizontal’, no quiero decir encontrar maneras de evitar ser sometida a esta, o proteger a alguien de ser sometida a ésta. En la medida en que ella no se origina en mí, no hay nada que pueda hacer para evitar que suceda. Si no es mi comportamiento, la decisión de participar o no en ella no es mía. Hay, por supuesto, muchas maneras en las cuales puedo reaccionar una vez que ella sucede, y esas maneras pueden ser más o menos apropiadas, más o menos deliberadas, más o menos empoderantes. Puedo reaccionar con vergüenza o culpa, y permitir que esto me silencie; o puedo aceptar las cosas negativas dichas sobre alguien, sin pensar y sin pedir la verificación y las pruebas. O podemos participar en batallas verbales que pueden terminar o no en una enemistad alargo plazo y la negativa de hablarse con otra nuevamente.

Alternativamente, la batalla debe aclarar las cosas o terminar con una convenciendo a la otra, o con un acuerdo en el desacuerdo. O puede ser bueno, desinteresado, respetuoso y razonable, requiere que la otra de sus razones de lo que está diciendo y evaluar las razones con lo mejor de mi capacidad. En ausencia de lo que sentiría como razones adecuadas, puedo suspender el juicio a menos que haya suficiente evidencia. Pero si la razón falla en convencer, nada más va a funcionar siquiera. Pero si no puedo detener a otras de ser hostiles, puedo negarme a participar a mi misma en la hostilidad horizontal. Puedo cuidarme de no caer en patrones automáticos e irrefexivos de dominación. Me puedo preguntar a mi misma, como dice Julia Penelope, si realmente quise decir lo que dije. Puedo preguntarme a mi misma si lo que digo es verdad. Puedo preguntarme cuales son mis motivaciones – estoy buscando sólo herir, humillar y derribar, o ¿estoy defendiendo lo que creo, intentando esclarecer las cosas, intentando ajustar la película?. ¿Respeto a la otra aunque esté en desacuerdo con ella, aunque se (o pienso que se) que ella está equivocada?

Necesitamos estar aptas para decidir lo que es hostilidad horizontal y lo que no. Necesitamos ejercitar una gran cantidad de cuidado en dicernir comportamientos que pueden ser justificadamente identificados como opresivos, abusivos o dominantes de aquellos que no lo son. El proceso de discernimiento requiere auto-conocimiento, una habilidad para pensar los problemas, y un cierto grado de desapego de los sentimientos como rabia, humillación y venganza. También se requiere auto-respeto y respeto por las demás. Y eso requiere el rechazo de la violencia física o verbal, y una manera de enderezar los desbalances de poder. La tarea crucial en éste contexto es desenvolver maneras de decidir cuando estamos justificadas en percibir que otras mujeres se comportan opresivamente y cuando ellas no lo están haciendo, y de discernir los métodos apropiados e inapropiados de lidiar con aquel comportamiento. Además de todo, envuelve identificar la supremacía masculina como el enemigo principal, y reconocer que los valores y significados de este orden social son el estatus quo a menos que estemos conscientemente comprometidas en su rechazo.

Referencias
Hoagland, Sarah (1988) Lesbian Ethics: Toward New Values – Palo Alto, CA: Institute of Lesbian Studies.
Kennedy, Florynce (1970) ‘Institutionalized Oppression vs. the Female´, in Morgan, R., ed.
Sisterhood Is powerful New York: Vintage Books/Random House
Penelope, Julia (1992) ’Do We Mean What We Say? Horizontal Hostility and the World We Would Create’. In Penelope, J., Call Me Lesbian: Lesbian Lives, Lesbian Theory Freedom, CA: The Crossing Press.
Ray, Vera (1991) ‘An Investigation of Violence in Lesbian Dyadic Relationships’ Journal of Australian Lesbian Feminist Studies 1(1), pp. 40-48.
Russ, Hoanna (1985) ‘Power and Helplessness in the Women’s Movement’, in Magic Mommas, Trembling Sisters, Puritans and Perverts Trumansburg, NY: The Crossing Press.