(nota: los números sueltos en el texto representan las notas finales.)

A los pueblos-naciones indígenas
de Abya Yala Mulkan k´atun ch´akat
uk´ah saskunah²

El feminismo es inexplicable si no se lo sitúa como parte de los movimientos sociales que luchan contra las diferentes formas de opresión ejercidas por el sistema económico- político patriarcal, siendo las más generales: el sexismo, el racismo, el clasismo, el colonialismo y la ecoexpoliación; bajo ellas subyace la opresión y explotación de las mujeres.

Por ende, el feminismo es la respuesta del sector social mujeres frente a la marginación, subyugamiento, dominación y represión que ejerce dicho sistema contra ellas para su explotación, opresiones sintetizadas en el femicidio: matanza gradual o contundente de las mismas (Radford y Russell, 1992)3, que constituye el conjunto de estrategias y tácticas que dicho sistema ha utilizado históricamente para mantenerlas bajo control sancionándolas cuando se niegan a someterse. Control cuyo objetivo es extorsionarlas económicamente para apropiarse del plusvalor (plusvalía-mujer)4 que producen a través de su trabajo tanto intradoméstico –sin pago alguno– como extradoméstico –mal pagado–, ambos creadores de gran parte de la riqueza social o capital5 a nivel mundial.

Además, el feminismo socialista fue y sigue siendo la propuesta desde las mujeres hacia la humanidad para desmantelar y destruir dichas estructuras patriarcales que oprimen tanto a mujeres como a hombres y, por tanto, el establecimiento de los cimientos que hicieron y harán posible la construcción de una nueva sociedad justa a nivel mundial y una nueva relación armónica con la naturaleza a nivel planetario.

El patriarcado, de ninguna manera, se circunscribe únicamente a sexismo o misoginia de los hombres contra las mujeres, como lo han entendido las feministas de derecha para no tocar al sistema económico-político del cual son beneficiarias. Por el contrario, el patriarcado se encuentra conformado por el conjunto de todas y cada una de las formas de dominación social y destrucción de la naturaleza articuladas como engranajes de una misma maquinaria o eslabones de una cadena, cuyos componentes más generales son, como ya se dijo: el sexismo, el racismo, el clasismo, el colonialismo y la ecoexpoliación6, todos ellos edificados sobre la opresión de las mujeres y lo femenino positivo7.

Por lo mismo, el patriarcado, más allá de la opresión de las mujeres, implica también la opresión de los hombres sobre otros hombres, situando a estos últimos como “hombres mujerizados” (hombres feminizados), es decir: esclavos, sirvientes, siervos, obreros, proletarios, campesinos, jornaleros, migrantes, indocumentados, negros, indígenas, empleados, desplazados, presos políticos, colonizados, tercermundizados, entre muchos, quienes se encuentran subordinados a otros y bajo su poder. Esto permite entender la profunda vinculación que existe entre la situación de subyugación de las mujeres y la situación de subyugación de los hombres oprimidos por otros hombres, y comprender porqué la emancipación de los oprimidos depende en gran medida de la emancipación de aquéllas.

Es importante adelantar que, aunque en orden de visibilidad iniciamos con los aspectos económico, político y social, seguidos por los ecológico y cultural y finalmente sicológico, sexual y espiritual, al final vamos a invertir el orden, sin invalidar por ello partir de los principios del materialismo histórico dialéctico, sino retomándolo desde una nueva perspectiva indígena, lesbofeminista, eco-etno-comunista, espiritual social que permite plantear una propuesta de re-evolución humana integral a partir de una cosmopercepción y praxis gilánica indígena comunista shambálica y Pachamama- pangeísta, que se mencionará el final de este texto.

Las cuatro corrientes políticas del feminismo en contraposición a “los feminismos”

Desde la imposición definitiva a nivel mundial de la globalización neoliberal en la última década del siglo pasado, se estableció como lo políticamente correcto hablar de “los feminismos” en plural, práctica muy utilizada por la ideología posmoderna neoliberal para aparentar ser profundamente inclusiva y respetuosa de las diferencias. Sin embargo cuando se trata de hablar desde una postura crítica a partir del marxismo, del feminismo socialista, de las cosmopercepciones indígenas, nativas, raciales, o del tercermundismo, estas son descalificadas arbitrariamente como “fundamentalistas o esencialistas”. Por tanto, dicha pretensión constituye un engaño y una trampa: no pretende la inclusión sino la fragmentación; no el respeto a las diferencias sino la homogenización, y no la eliminación del esencialismo sino una nueva forma de fundamentalismo: el relativismo absoluto. Dichos plurales tienen como objetivo mezclar y revolver elementos que son opuestos entre sí; presentar una propuesta de aparente apertura a lo diverso que en el fondo es homogenización; construir articulaciones de pensamiento sofisticadas y complejas para que resulten ininteligibles a los oprimidos-explotados o utilizar un lenguaje radical, contestatario y de rebeldía aparente “contra el sistema” para mantener cooptados a los sectores sociales más radicales. Esto con el fin de ocultar que unos cuantos se benefician de la explotación de todos los demás, es decir, una minoría a expensas de la mayoría y, por lo tanto, evitar la rebelión de esta última.

El pensamiento posmoderno en realidad no es más que la expresión de la modernidad en decadencia, o sea del capitalismo en agonía, ya que cuestiona a la modernidad, pero superficialmente, sin llegar a su esencia, porque en el fondo la mayoría de ideólogos posmodernos desea continuar manteniendo dicho sistema del cual, aunque con limitaciones, son beneficiarios.

Por todo lo mencionado es importante aclarar que no existen “los feminismos” en abstracto, difusa y ambiguamente; tantos feminismos como feministas en el planeta es un subjetivismo absoluto. Por el contrario, actualmente se pueden identificar cuatro grandes corrientes del feminismo claramente delimitadas a nivel internacional, en las que se pueden ubicar todos los movimientos, organizaciones, agrupaciones y mujeres en lo individual sin caer en reduccionismos ni esencialismos sino en la realidad concreta. Estas corrientes tienen como base la clasificación de las tendencias políticas que se hacía en los decenios de 1960 y 1970 dentro del movimiento feminista, que coincide con la explicada por lubara guílver y Roger De gaimon en el prefacio del libro La cuestión homosexual del comunista francés Jean Nicolás a finales de los años setenta, y que son: la reformista, la radical y la revolucionaria, es decir, la liberal, la anarquista y la socialista; respondiendo a la división de clases sociales, única manera de poder clasificarlas.

Esas tres definiciones fueron aplicadas por parte de las feministas socialistas con el fin de ubicar las diferentes posiciones políticas de cada movimiento, organización, grupo o mujer en lo individual dentro del feminismo. Pero a esas definiciones se opusieron tanto el feminismo pequeñoburgués –que se limitaba a hablar de “feminismo en general” en abstracto e indefinido para no evidenciar su verdadero rostro pro-capitalimperialista (feminismo de la igualdad)– como el feminismo anarquista, ácrata o libertario, que sostenía que cada mujer tenía su autodefinición, rechazando las definiciones como autoritarias porque coartaban la libertad de expresión individual (feminismo de la diferencia).

Cabe mencionar que lo mismo ocurrió con los demás grandes movimientos sociales desarrollados después de la Segunda guerra Mundial y particularmente durante los años sesenta y setenta, invalidados y combatidos primero por el pensamiento moderno liberal esencialista y universalista y después por el pensamiento posmoderno posneoliberal: multiculturalista, pluriétnico, pansexual, nomadista, tribalista, cibernético, queer, etcétera, sustentado en la ideología de “la diversidad”. Diversidad diseñada para destruir las fuertes identidades sexopolíticas, raciales, étnicas, de clase, de los pueblos y naciones, entre otras, que habían creado los grandes movimientos sociales. Invalidación dirigida a desmantelar los movimientos desde abajo y desde adentro a través de procesos de fragmentación y desarticulación, es decir, de “diversificación” y después, de deconstrucción, “desidentificación” (disolución de las identidades) a través de su queerización (teoría Queer [TQ])8.

Desde los noventa, esas tres tendencias han sido conducidas por la globalización neoliberal hasta sus extremos, a través del abismo cada vez más profundo que ésta ha abierto entre la ultraconcentración de la riqueza en unos cuantos y la ultraprofundización de la pobreza de las grandes mayorías. lo cual ha permitido incluir una cuarta tendencia más, que no pudo ser agregada sino hasta iniciado el siglo XXI, cuando el feminismo pequeñoburgués o la derecha feminista (transformada en“generismo”9) pasó a fusionarse orgánicamente con el sistema patriarcal capitalista, al principio como feminismo liberal o reformista; luego como feminismo institucional y oficial y posteriormente como feminismo empresarial o estatal, o sea, la patriarcalización del feminismo. Creando de esta manera el feminismo capitalimperialista, burgués, plutócrata, conservador, institucional, tecnócrata, estatista, occidental, racionalista, urbano, blanco o blanqueado, de derecha.

1 Feminismo burgués, capitalista, conservador o liberal plutócrata, totalitario, institucional, de derecha.
2 Feminismo pequeñoburgués, procapitalista, liberal parlamentario, demócrata, reformista, de centro.
3 Feminismo proletario, socialista o comunista, revolucionario o reformista, proletario, de izquierda.
4 Feminismo lumpenproletario, populista anarquista, ácrata o libertario, radical, antiinstitucional y antipoder, ni de derecha ni de izquierda.

Cuarto feminismo, que para poder formar parte del sistema cambió su denominación a “generismo” a fin de poder separarse del carácter político del feminismo y particularmente de su carácter de izquierda, quedando como en la tabla de la página siguiente, que es una aproximación sujeta a perfeccionamiento.

Estas cuatro definiciones han sido rechazadas como esencialistas o fundamentalistas por las feministas burguesas posmodernas posneoliberales, bajo el argumento de que no existen esencias, entidades fijas o permanentes porque todo es cambiante y eternamente mutable (relativismo absoluto) y porque la esencia de la diversidad es la flexibilidad, pluralidad, mezcla, multiplicidad, migración, nomadismo, impermanencia y, por lo mismo, la imposibilidad de definición, teniendo como consecuencia la disolución de las identidades.

Pero, en realidad, la oposición a esas definiciones se debe a que: 1. A las feministas burguesas no les conviene ser ubicadas dentro de la primera categoría para no evidenciar sus privilegios económicos y su verdadera filiación política con el sistema capitalimperialista; 2. A las feministas pequeñoburguesas no les conviene ser ubicadas dentro de la segunda para no evidenciar sus pretensiones económicas de llegar a insertarse y posicionarse dentro del sistema económico político patriarcal capitalista y, por tanto, ser calificadas como colaboracionistas, entreguistas, integracionistas, escaladoras y carreristas (principalmente en los ámbitos gubernamental, académico, intelectual, organismos internacionales, universidades, medios de información y ONg, entre otros); 3. A las feministas lumpenproletarias y lumpenburguesas no les conviene ningún tipo de definición porque no aceptan la organización, estructura, jerarquía, autoridad, normatividad, disciplina, liderazgo, programas y planes de acción por ser autoritarios atentando contra la libre expresión y de acción de cada persona; 4.Y, por último, a las feministas oportunistas, porque al carecer de toda honestidad, coherencia, congruencia, ética y compromiso, no les conviene evidenciar sus intereses económicos personales e individuales manteniéndose en un“centro indefinido” para poder inclinarse a la derecha o a la izquierda según les convenga (posición llamada patriarquismo: de Patria Jiménez, primera diputada gay en latinoamérica).

El surgimiento de la cuarta corriente explica por qué desde los noventa el único “feminismo” que ha tenido visibilidad ha sido el burgués capitalimperialista, debido a su desenvolvimiento dentro de los organismos internacionales o gobiernos locales, o al apoyo que recibe de las financiadoras transnacionales (sin cuestionar o avalando sus políticas imperialistas); feminismo conformado por mujeres privilegiadas intelectuales, políticas, académicas y oenegeneras (ONg). Y también explica por qué muchos movimientos sociales indígenas, de color, raciales, campesinos, obreros, migrantes, refugiados, proletarios, pueblos en lucha, así como organizaciones revolucionarias o de los pueblos armados, rechazan totalmente “al feminismo”, identificándolo como un movimiento pequeñoburgués, blanco, occidentalizado, urbano, procapitalista y proimperialista.

Ante la peligrosidad que han representado por un lado el feminismo socialista o comunista debido a su carácter antipatriarcal y anticapitalista y, por el otro, el feminismo anarquista o libertario por su carácter antiestado y antiinstitucional, el sistema patriarcal capitalista diseñó una táctica para confundir a las mujeres con las que trabajan estas dos corrientes políticas, es decir, con las mujeres obreras, campesinas, populares, jornaleras, indígenas, migrantes, empleadas, desempleadas, exiliadas, desplazadas, subempleadas, refugiadas, amas de casa, trabajadoras sexuales, presas políticas, guerrilleras, etcétera, a fin de desviarlas de dichas corrientes. Esta táctica consistió en utilizar falsas corrientes, tanto socialistas como anarquistas, controladas por organismos internacionales o gobiernos locales, agencias de cooperación, fundaciones privadas, universidades, o creadas directamente por el sistema: gobiernos, departamentos de inteligencia, la policía o las fuerzas militares. Con el objetivo de controlar, cooptar o desmantelar a las corrientes feministas realmente radicales o revolucionarias sin necesidad de una represión directa por parte de los cuerpos represivos institucionales.

Lo anterior permite evidenciar que existe una profunda lucha de clases dentro del propio movimiento feminista entre los feminismos burgués y pequeñoburgués capital- imperialistas (actualmente llamados generistas) contra los feminismos tanto de la clase trabajadora o proletaria como de la clase popular o lumpenproletaria. lo cual explica por qué el feminismo capitalimperialista es antimovimiento y proinstituciones, debido a que su tarea es evitar la formación o el crecimiento del movimiento feminista y de las organizaciones de mujeres, sometiendo a las que surjan al control de las instituciones gubernamentales. Es decir, su función es evitar que se constituyan organizaciones autónomas o independientes de las instituciones.

La conversión del feminismo en generismo

El generismo forma parte de los mecanismos de control de la ideología posmoderna dentro del movimiento feminista. Por ello el sistema patriarcal capitalista creó una división entre las feministas (lucha de clases entre ellas),haciendo posible que una minoría privilegiada pudiera acceder al poder, pero cobrándole la factura al resto de feministas y mujeres en general. De modo que para que unas pocas pudieran ascender, la mayoría tenía que descender; para que unas pudieran subir, las demás tenían que bajar; para que unas pudieran desarrollarse, el resto tenía que subdesarrollarse, siendo ésta la lógica del capital. De hecho, el femicidio es, precisamente, la factura que el sistema cobra a las mujeres proletarias, pobres, populares, negras, indígenas, migrantes, etcétera, para que unas cuantas privilegiadas puedan acceder a las altas esferas del poder. Por lo mismo, el feminismo generista se alejó del feminismo ¡es decir, de las mujeres! (que constituyen la esencia del feminismo) para poder transformarse en generismo institucional y estatal, para desarrollarse ampliamente dentro de la lógica del sistema patriarcal capitalista, reduciéndose a diseñar políticas públicas para evitar que la opresión de las mujeres se desborde y ponga en riesgo la estabilidad del sistema, perpetuando de esta manera la opresión de las mismas. Sin embargo, continúa utilizando ocasionalmente el epíteto “feminista” para cooptar y confundir a las mujeres.

La utilización de “la diversidad e inclusión” para quebrar la autonomía del movimiento feminista

Una maniobra para acabar con el feminismo (radical o revolucionario) ha sido rompiendo su autonomía que constituye el pilar fundamental de cualquier movimiento social. Quiebre, a través de la inclusión por un lado de hombres “trans” para participar activamente en las decisiones de las mujeres y por otro, de personas no-feministas porque ignoran lo que es el feminismo, no les interesa, son neutros, apolíticos, indefinidos o son “feministas derechistas” u otros que lucran con el feminismo a nivel teórico (intelectuales feministas) y que jamás se han comprometido en la práctica con las necesidades reales de las mujeres, como: prevención del embarazo, anticonceptivos y aborto; cáncer cérvicouterino y mamario; maternidad; salario al trabajo doméstico, socialización del trabajo doméstico y contra la explotación de la doble jornada de trabajo; derechos civiles y laborales; contra la violencia marital, el hostigamiento y acoso laboral; contra la violación, el incesto, la pederastia, el estupro, el rapto, la trata y el femicidio, entre muchos otros. Hay que recordar que cuando las feministas socialistas planteamos en México durante los setenta la participación de compañeros de la izquierda revolucionaria socialista y comunista realmente comprometidos con la lucha de las mujeres –únicamente como observadores en los debates feministas–, se negó rotundamente su presencia.

Un ejemplo de esta ofensiva la han representado las y los queer-trans careosardistas (Gloria Careaga y Alejandra Sardá), quienes han invadido los espacios feministas para romper al feminismo, por supuesto con la complacencia del generismo (“feministas” capitalimperialistas). Aclarando que no han sido los compañeros transexuales sino este grupo político en particular que en su mayoría no son transexuales sino transgénero porque no se realizan la reasignación sexual debido a que no quieren perder el placer –y el poder– que el pene les representa, muchos de los cuales buscan únicamente recibir financiamientos que los organismos y agencias internacionales tienen destinados a las mujeres para prevención de cáncer cérvicouterino o mamario, para albergues mujeres víctimas de violencia doméstica o violación, para proyectos productivos para mujeres campesinas e indígenas, para programas para capacitación a mujeres pobres e indigentes, etcétera, despojándolas de esos recursos.

El neopatriarcado y la teoría queer

El neopatriarcado capitalista, a través de una gran mayoría de científicos sociales posmodernos, posneoliberales, construccionistas sociales radicales y posestructuralistas creó contra el feminismo un arma todavía más letal que el generismo: la teoría Queer (tQ). Arma ideológica despojada a las agrupaciones y comunidades marginales que se contraponían al sistema social dominante y que cuestionaban al generismo y a la gaycidad como formas integracionistas al sistema, de sectores privilegiados clasemedieros, blancos o blanqueados, profesionistas, institucionales, procapitalistas.

La queeridad (teoría Queer) se propuso: 1. Desviar a la mitad de la humanidad, las mujeres, de la posibilidad de contar con un movimiento político que luchara por su emancipación; 2. Disgregar a las mujeres y a los sectores sociales marginados al despojarlos de su identidad firme, sólida y clara al fragmentarlos en una multitud caótica de antiidentidades plurales, múltiples, movibles, nómadas y flexibles; 3. Invalidar al feminismo al mostrarlo como una propuesta caduca, atrasada, extemporánea, ahistórica, esencialista y fundamentalista, totalmente rebasada por la realidad actual y, finalmente, 4. Desprestigiar e invalidar al feminismo lésbico al acusarlo de sectario y separatista por defender la autonomía política del movimiento feminista. De esta manera, está logrando desarticular, desmantelar y fragmentar a las fuertes comunidades y organizaciones de sectores y minorías marginales, raciales, desempleados, migrantes, de color, étnicos, ilegales, subempleados, en situación de discapacidad, sexo-disidentes, entre muchos más, que representan un peligro potencial para los intereses hegemónicos del sistema neopatriarcal capitalista, principalmente del norteamericano.

El propósito final de dicho sistema es llegar a “un feminismo sin mujeres”10, no al fin del feminismo o la muerte del mismo, sino a un feminismo vaciado de su contenido inicial y relleno de un nuevo contenido contramujer, despojando a las mujeres de lo único que representaba su protección y abandonándolas a su suerte; cooptándolo, porque es la manera más efectiva de mantener controlada a esta mitad de la humanidad. Esto resulta criminal ante el brutal y cada vez más salvaje grado de violencia que sufre este sector social bajo la globalización posneoliberal, con el abandono de la mitad de la humanidad, especialmente mujeres y niñas de los países sometidos al imperialismo, así como también de las pobres y de color dentro del Primer Mundo.

El vínculo del feminismo con las demás realidades y luchas sociales

En la segunda mitad del decenio de 1960 el movimiento de feminista inició con dos tendencias: (a) aquélla que además de la opresión de sexo tomaba en cuenta las otras opresiones que sufrían las mujeres y que conformó lo que podría ser la izquierda del movimiento, además del movimiento comunista de mujeres, y (b) aquélla cuya composición de mujeres blancas, de clase media, con cierto nivel educativo en los países imperialistas le impidió tomar en cuenta las demás realidades que vivían las demás mujeres y que, por tanto, desarrolló una perspectiva únicamente sexual excluyendo la situación de raza, clase y nacionalidad y que conformó los inicios de la derecha del movimiento.

Contra la segunda tendencia y parte de la primera, las mujeres negras sumaron el concepto de “raza”; las mujeres trabajadoras el de “clase” y las tercermundistas el de “nacionalidad”. De ahí surgió la noción de “sexo, raza y clase” claramente sintetizados por Angela Davis y, poco más adelante, las tercermundistas sumaron el de nacionalidad y las ecológicas el de ecología. Más tarde, las mujeres indígenas agregaron también el de “etnia” y las migrantes el de “migrante”. De manera similar se irían agregando otras opresiones específicas, como amas de casa, desplazadas, exiliadas, refugiadas, indocumentadas, apartadas (apartheid), presas políticas, desaparecidas, raptadas, víctimas de trata, sobrevivientes de conflictos bélicos, entre muchas otras.Y también otros tipos de opresión, como edad (edadismo); niñas y niños, ancianas y ancianos; capacidades especiales o discapacidad; grado de escolaridad, analfabetismo, educación mínima. E incluso, por la apariencia física: gordura, delgadez, altura, belleza o fealdad, anorexia, bulimia, mobbing, etcétera. Así surgieron todas las demás opresiones, englobadas en todas las Opresiones Humanas (tOH).

Es muy importante aclarar al respecto que estas seis realidades han sido terriblemente mal utilizadas y manipuladas por la ideología patriarcal capitalista de “la diversidad” y, sobre todo, por la teoría queer (tQ), al fragmentar y dividir a los diferentes sectores sociales bajo el concepto de “disolución de las identidades”, escindiéndolos en una infinidad de opresiones difusas e indefinidas para hacerlos inconexos y evitar que se identifiquen entre sí, en lugar de articularlos en un todo coherente respetando sus especificidades, su autonomía, su autoorganización y autogestión.

La lucha de la mujer y las demás luchas sociales

Como ya se dijo, la opresión de las mujeres no puede reducirse únicamente al hecho de ser mujeres porque la inmensa mayoría de estas en el planeta padece además, otras formas de opresión y discriminación social, luchando dentro del feminismo y, además, dentro de otros movimientos sociales, como los raciales, los étnicos, los de clase y/o los coloniales, enfrentando una doble y hasta triple o cuádruple lucha social.

El patriarcado, la síntesis de las cinco opresiones sociales y de la naturaleza

En síntesis, con estos seis elementos podemos establecer los eslabones que conforman la cadena del patriarcado como el conjunto de todas y cada una de las formas de opresión social y de la naturaleza: sexismo, racismo, clasismo, colonialismo, la ecoexpoliación y las demás formas de opresión humana, bajo las cuales subyace la opresión de las mujeres y lo femenino positivo:

⦁ Sexismo: Contra las mujeres: misoginia y lesbofobia; los roles sexuales: imposición de la división sexual del trabajo; las sexualidades: homofobia, bifobia, transfobia, heterofobia, interfobia, onanismo, sexo entre niños, sexualidades no opresivas (SexNoOp)12; el control estatal de la sexualidad: familia, matrimonio, monogamia, parentesco, religión o gobierno.
⦁ Racismo: Contra las razas, color o características de origen genético; las etnias o pueblos originarios, propietarios de territorios de origen; contra las lenguas, formas de expresión, grado educativo, tradiciones culturales.
⦁ Clasismo: Contra la clase trabajadora en general, incluyendo las amas de casa o trabajadoras del hogar; la clase trabajadora organizada proletaria y obrera sindical, federaciones, confederaciones; la clase trabajadora no organizada, subempleados, jornaleros, temporales, desempleados, migrantes.
⦁ Los múltiples rostros de la diversidad sexual
⦁ Colonialismo: Contra los países colonizados, invadidos por los países colonizadores o imperialistas; las regiones estratégicas para fines comerciales o militares; las regiones ricas en recursos naturales comercializadas por los países colonialistas o imperialistas;
⦁ Ecoexpoliación: Contra la naturaleza; fomentando la ganadería devastando áreas verdes o imposición de transgénicos; del medio ambiente y la biósfera debido a la contaminación ambiental debido a industrializacion y plantas nucleares; la devastación y el agotamiento del agua, la tierra y naturaleza a través de las empresas colonialistas lucrativas.

Ante la noción tan fundamental e indispensable de la noción de patriarcado, no solo para el feminismo sino para todas las luchas sociales, el sistema patriarcal creó una estrategia para ocultarse utilizando a científicos sociales patriarcales para negar e invisibilizar su existencia, con el propósito de desarmar al feminismo, por ejemplo a través del generismo, que sustituyó el patriarcado por el sistema sexo/género y posteriormente a través de la teoría queer, que sustituyó el patriarcado por dispositivos del poder y heteronormatividad. Paradójicamente, fueron teóricas mujeres las que impulsaron dichas iniciativas, pero mujeres con estructura mental patriarcal; entre las más destacadas figuran la sadomasoquista queer gayle Rubin, creadora del sistema sexo/género, de donde derivó la perspectiva de género; la sadomasoquista transexual de mujer a hombre Patrick Califia; la transgénero ni mujer ni hombre, Beatriz Preciado o Judith butler, principal teórica queer, entre otros, cuyo objetivo fue desviar a las mujeres del feminismo y subordinarlas a la lógica neopatriarcal. Y no solo ello, sino que además se propusieron “genitalizar” a las luchas sociales raciales, étnicas, de color, migrantes, laborales, nacionales, situaciones físicas, etcétera, para confundirlas, desviarlas y someterlas al sistema.

El Babel-Sex o sexo de la confusión

Estas iniciativas conforman lo que se llama el babel-sex o sexo de la confusión. Iniciativa promovida por la industria sexual (ISex) que, junto con los consorcios armamentistas, el tráfico de personas, el lavado de dinero, el narcotráfico, el robo de biodiversidad y germoplasma, el tráfico de diamantes, la venta ilegal de químicos prohibidos, la producción nuclear, el tráfico de órganos, el robo de códigos genéticos, etcétera, constituyen las nuevas empresas multinacionales que controlan a los gobiernos del mundo. Industria sexual que, bajo el discurso de la “libertad sexual”, esconde a las empresas capitalistas que han creado nuevas formas de esclavitud sexual a las que han sometido a la sociedad civil, a las mujeres pobres, migrantes, de color, indígenas, trabajadoras, del tercer Mundo y, sobre todo, a las niñas. En tanto, los hombres y mujeres patriarcalizadas de los países imperialistas satisfacen sus deseos, fantasías y placeres utilizando a estas esclavas y esclavos sexuales.

La contrarrevolución antifeminista

El feminismo de los años sesenta y setenta, llamado despectivamente “setentero”, formó parte de los grandes movimientos sociales antirracistas, anticapitalistas, anticolonialistas, contraculturales, antirreligiosos, antiecocidas, contra la medicina institucional, antirreligiones, antiimperialistas y antietnocentristas. también tuvo una fuerte influencia de y en las diferentes corrientes políticas radicales o revolucionarias prevalecientes en dicha época, como: el socialismo e incluso el comunismo, el populismo, el anarquismo, el libertarismo, ecologismo, el tercermundismo, las luchas nacionalistas- populares y de los pueblos armados.Y, asimismo, recibió aportaciones de las medicinas tradicionales y las prácticas espirituales que por primera vez llegaban de Oriente a Occidente, incluyendo la cultura y la espiritualidad de la América india como parte de Oriente y espiritualidades sociales o de base cristianas.

Entre algunas de las feministas más destacadas de esa época figuran Riane Eisler (1987), Marija gimbutas (1974) o Evelyn Reed (1977), con el descubrimiento del paso del matriarcado al patriarcado; Selma James y María Rosa Dalla Costa y otras socialistas, con el descubrimiento de la explotación de la mujer a través del trabajo doméstico, de la doble explotación y de la doble jornada de trabajo; Susan brownmiller (1975) sobre la violación; Catherine MacKinnon (1979) sobre el acoso sexual; Andrea Dworkin (1981) sobre la pornografía y Zillah Einsenstein (1978) sobre la explotación laboral de las mujeres y su transcendencia económica; Jill Radford y Diana Rusell (1992) sobre el femicidio, entre muchas otras.

Contra este feminismo de orientación izquierdista o izquierdizante13, el sistema patriarcal capitalista fue creando paulatinamente su contraparte, el feminismo de derecha o contrafeminismo, expresado en el generismo. Este último empezó a diseñarse a mediados de los setenta pero llevó a cabo su ataque durante los ochenta en Estados Unidos a través de las llamadas “guerras feministas del sexo”, al amparo del ascenso de la derecha en ese país. Contrafeminismo que ganó su primer batalla en los noventa, paralelamente a la caída de la URSS y el ingreso de ésta a la dinámica capitalista y la consecuente crisis de la izquierda internacional y por ende, la imposición a nivel mundial del modelo económico de la globalización neoliberal. la segunda ofensiva del contrafeminismo (supuestamente contra el binarismo genérico) se inició a principios de los noventa, pero presentó su ataque abiertamente al iniciarse el año 2000 a través de la diversidad sexual y particularmente de la teoría queer, en plena ofensiva del imperialismo norteamericano a nivel mundial contra los países sometidos a éste. Más adelante, durante la primera mitad de la década de 2010, inició una nueva batalla que combina a las dos anteriores: la generista de operatividad institucional y la queer de operatividad popular o de masas, que puede denominarse: las “guerras feministas de las identidades”. Y hacia finales del la segunda mitad del decenio 2000 ha iniciado la ofensiva trans (queer-trans) y ciborg14, que podría denominarse:“la guerra trans-ciborg contra el feminismo”, con el propósito de transmutarlo en su contrario para aniquilarlo.

El objetivo de las guerras antifeministas ha sido: 1.Volver a invisibilizar a las mujeres y por tanto invisibilizar su opresión histórica (así como ha invisibilizado la opresión de raza, etnia y pueblos-naciones no blancos, de la clase trabajadora y de los países sometidos al imperialismo), reduciendo la explotación de las mujeres a simples “asimetrías o inequidades” a resolverse a través de políticas públicas o acuerdos internacionales (TLC) sin transformar de raíz el sistema social; 2. Continuar con la explotación de las mujeres a través de la plusvalía-mujer pero oculta bajo nuevas formas, como la igualdad de derechos civiles o igualdad laboral o la coparticipación de la familia en la distribución de los quehaceres domésticos; 3. Confrontar a las feministas entre sí para continuar desarticulando al movimiento al crear dos clases sociales entre estas: la clase de feministas burguesas con poder (FcP) como parte del neopatriarcado y la clase de feministas proletarizadas despojadas de poder (FdP) como parte de los oprimidos y, paralelamente, la apropiación del feminismo transmutándolo exactamente en su contrario: el antifeminismo (como hizo el Imperio Romano con el cristianismo o el estalinismo con el socialismo).todo ello sustentado en corrientes postestructuralistas y construccionistas sociales y particularmente la llamada disidencia sexopolítica, con base en Michel Foucault y la influencia de intelectuales con una visión misógina, como Nietzsche, al omitir o ignorar la realidad de opresión de las mujeres –la mitad de la humanidad– o de intelectuales como Derridá, Deleuze, guattari o lacan, al omitir o ignorar las propuestas del movimiento feminista a la que ya tenían acceso.

Estas ideologías misóginas (por omisión, ignorancia, desprecio, marginación u odio a las mujeres) han tenido un gran auge, por un lado en los grupos gay intelectuales, políticos, académicos y empresariales. Y por otro lado, en grupos lumpenproletarios y lumpenburgueses de agrupaciones o comunidades de minorías marginales antinormativas, antidisciplinarias, antiautoritarias, antiinstitucionales, antipoder y anti- Estado –en este caso, antiheteronormatividad–, muchas de las cuales son caotizantes (caóticas) sin base ideológica y con una práctica política espontaneísta, intermitente y voluntarista (cuando desean hacer algo), caldo de cultivo para el surgimiento de las posturas queer.

Libre mercado, libre sexualidad

El generismo es un producto del modelo económico neoliberal (impulsado por el economista judío norteamericano Milton Friedman de la escuela monetarista a favor del libre mercado sin intervención del Estado, contra el anterior modelo keynesiano de mercado mixto con intervención del Estado). El generismo derivó directamente de las posiciones ideológico políticas liberales del feminismo de derecha, porque dicho feminismo siempre pretendió llegar a ser parte del sistema patriarcal. Este modelo fue impuesto por el imperialismo norteamericano en todos los países sometidos a él, aprovechando la conversión definitiva de la URSS al capitalismo que dio como resultado el fin del mundo bipolar, quedando un mundo unipolar. Esta situación repercutiría a nivel ideológico en la lucha contra las concepciones bipolares del mundo, dicotómicas, duales o dialécticas, llamadas despectivamente “sistemas binarios”, combatidas ferozmente por las ideólogas queer, cuya principal exponente es la filósofa pequeñoburguesa postestructuralista y postfeminista Judith butler.

La ideología de libre mercado fue el fundamento para crear las bases conceptuales de la “libre sexualidad” o libertad sexual total, sin límites, normas ni fronteras, pilar de la ideología de la diversidad sexual o mercado de la diversidad sexual (MDS). El MDS es el conjunto o revoltura de todas las sexualidades, prácticas e identidades sexuales: el sadomasoquismo (S/M); relaciones de dominación/sumisión (bDSM); 24/7 (dominación/ sumisión 24 horas 7 días a la semana), la homosexualidad, lolismo, bizarro, bisexualidad, pederastia, zoofilia, transexualidad, voyerismo, bi, bareback, violación, intersexualidad, coprofilia, incesto, orgía, swingers, pornografías, bebismo, prostitución de mujeres por necesidad o esclavitud sexual, turismo sexual, pornografía infantil, hostigamiento sexo- laboral, cine gore, video snuff, femicidio, etcétera. Este mercado no por casualidad es impulsado por hombres gay y no gay y por mujeres patriarcalizadas, pequeñoburgueses, blancos o blanqueados, institucionales o disidentes, urbanos, tecnocráticos, intelectuales y académicos posmodernos o lumpenproletarios y lumpenburgueses.

Por esta razón, actualmente privan las prácticas sexuales sin normas, es decir, el liberalismo o capitalismo puro, cuyo único límite es la más vil mentira y engaño del “consenso”. Consenso inicialmente inventado para separar el sadomasoquismo de violencia consensuada del sadomasoquismo de violencia no consensuada. Consensuar significa negociar de mutuo acuerdo libre y voluntariamente una sesión de dominación- sumisión (relación D/S o bDSM15) sobre el principio: SSC: safe, sane and consensual, seguro, sensato y consensuado. Pero dicho consenso es un engaño perverso de la ideología liberal neopatriarcal capitalista que aparenta la existencia de“una decisión libre, consciente y voluntaria” en las relaciones de violencia, para conseguir carne humana, principalmente de mujeres así como de niñas y niños o jóvenes engañados, obligados por necesidad o simplemente raptados del tercer Mundo y de razas, etnias oprimidas o migrantes de los países colonizados. Pero en una sociedad controlada ideológicamente por los medios masivos de comunicación, la academia, la intelectualidad, la religión, organismos internacionales y gobiernos y todos ellos a su vez, controlados por las empresas multinacionales, es decir por los capitalistas, ¿qué consenso puede existir?

El sadomasoquismo, fundamentado en el consenso defendido por las “feministas sadomasoquistas” como Gayle Rubin y Pat Califia, constituye un ataque directo no al feminismo sino a las mujeres mismas, a las mujeres reales y concretas: obreras, campesinas, jornaleras, negras, indígenas, migrantes, pobres, desplazadas, de los países subyugados al imperialismo; sometidas a la violación marital cotidiana, al estupro, el rapto, el secuestro o la desaparición de mujeres, niñas y niños, el abuso infantil, el incesto, la pederastia, la paidofilia, la prostitución por necesidad, etcétera, todo ello, sin consenso.

Los “feminismos antifeministas”

El decenio de 1980 es un periodo muy importante de transición porque representa el paso de un feminismo radical y revolucionario a un feminismo reformista y reaccionario y, por tanto, el descenso de un feminismo con un fuerte potencial de transformación social y el ascenso de un feminismo totalmente integrado al sistema.

En dicha década se desarrollaron, como ya se señaló, en Estados Unidos las llamadas “guerras feministas del sexo” o “guerras feministas prosexo y antisexo”, incluyendo la mal llamada “revolución sexual lesbiana”. En estas se confrontaron dos posiciones: las feministas, que luchaban en contra de la pornografía, la prostitución y el sadomasoquismo, y las antifeministas, que luchaban a favor de la pornografía, la prostitución y el sadomasoquismo. la lucha se centró principalmente en torno a dos organizaciones: el movimiento Mujeres Contra la Violencia Pornográfica en los Medios (Women Against Violence in Pornography and Media (WAVPM) y el grupo de mujeres sadomasoquista Samois16.
Pero, en realidad, esta guerra de baja intensidad (gbI) fue un ataque del sistema neopatriarcal capitalista contra el feminismo a través de un conjunto de mujeres patriarcalizadas, cuyo objetivo era quebrar desde dentro al fuerte feminismo de izquierda que estaba teniendo un gran desarrollo al lado de los demás movimientos sociales. Al lado de las feministas estuvieron, por ejemplo, Catherine MacKinnon, Andrea Dorwin, Robin Morgan, Susan brownmiller, Sheila Jeffreys y otras feministas socialistas, acusadas como radicales y separatistas.Y al lado de las antifeministas estuvieron principalmente Gayle Rubin y Pat Califia y el grupo sadomasoquista Samois.

Finalmente ganaron la batalla estas últimas porque su propuesta era totalmente acorde con los nuevos intereses del Estado mundial neopatriarcal capitalista y la mega industria multinacional del sexo (ISex), los que, a través de dichas antifeministas, matarían tres pájaros de un tiro: 1. Desmantelarían al movimiento feminista de orientación izquierdista y socialista así como al movimiento feminista de orientación anarquista y radical proletarizado (no lumpenburgués); 2. Desviarían al movimiento feminista exactamente hacia el lado opuesto de sus principios originales, fomentando la neoesclavitud de las mujeres; y 3. Desactivarían al movimiento antipatriarcal conduciéndolo hacia la patriarcalización de las feministas, no solo al introducirlas a las instituciones patriarcales sino al reintroducirlas de nuevo en el campo histórico de la agresión, dominación y violencia –el sadomasoquismo–, pero ahora “libre y voluntariamente”, por consenso, y como “juego o performance” con los hombres.Y peor aún, el fomento de la violencia sexual “consensuada” entre las mismas mujeres: “sadomasoquismo lésbico”.

La influencia más perniciosa en la lucha en contra del feminismo, es decir, en contra de las mujeres, ha sido la norteamericana Gayle Rubin, creadora del concepto: “sistema de sexo/género” en 1975, expuesto en el famoso texto “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, “The Traffic in Women: Notes on the ‘Political Economy’ of Sex” del cual derivó la llamada perspectiva o enfoque de género y después el generismo como postura ideológico-política institucional estatal, sobre la cual se sustenta el feminismo burgués y pequeñoburgués capitalista. En 1978 Rubin y Pat Califia fundaron el grupo Samois inspiradas en el misógino y degradante libro Historia de O de la escritora Pauline Reage, joya de la literatura sadomasoquista y bDSM, primer grupo en el mundo de mujeres sadomasoquistas MSM (mujeres que tienen sexo con mujeres), mal denominado por ellas mismas: “lesbianas-feministas sadomasoquistas” o “lesbianas pro-s/m” (S/M sadomasoquismo), con el claro propósito de golpear al feminismo lésbico como creciente fuerza política de autoridad político-moral entre las mujeres con el fin de desprestigiarlo y contraponerlo contra las demás feministas. A su vez, Pat Califia publicó El lado secreto de la sexualidad de las lesbianas (The Secret Side of Lesbian Sexuality), donde reivindica el “sadomasoquismo lesbiano” y Samois publicó su primer libro Llegando al poder (Coming to Power), escrito por y para mujeres como una manera de “empoderarse a través de la sexualidad”17 estableciendo las bases de el “movimiento feminista prosexo”. Todas estas publicaciones están dirigidas a desprestigiar y desmantelar a los movimientos lésbicos feministas autonomistas: socialista, comunista, autónomo, radical, anarquista, separatista y ecofeminista.

El rechazo del feminismo a estas iniciativas no se debió a posturas moralistas o puritanas, como afirmaban las prosexo, sino profundamente políticas, y radicaba en que: 1. Todo lo que había atacado o combatido el feminismo setentero revolucionario (socialista) o radical (anarquista) lo venían a reivindicar las generistas ochenteras (derechistas) y después las noventeras queer (derechistas encubiertas): las ochenteras como representantes de la globalización neoliberal y las noventeras como representantes de la posglobalización posneoliberal; 2. Todos los avances que en tan poco tiempo había logrado la lucha de las mujeres lo desbarataban en poco tiempo las antimujeres o mujeres patriarcarcalizadas, muchas de ellas disfrazadas de feministas; 3. El conflicto no se reducía únicamente a la pornografía, la prostitución y el sadomasoquismo sino que abarcaba todas las formas de opresión contra las mujeres: las anti-feministas afirmaban que las feministas habían colocado a las mujeres en una posición victimista y que “ésta era una posición de poder”, situando a los hombres como verdugos y, por tanto, “reduciéndolos a una situación de opresión”; por ende, las feministas invertían los papeles y convertían a las mujeres en opresoras; 4. Las antifeministas sostenían que la oposición de las feministas contra el sadomasoquismo, la prostitución y la pornografía era represiva, aunándose, por consecuencia, con las posturas del Vaticano, Provida, la liga de la decencia y la ultraderecha más conservadora, es decir que las feministas se convertían en la derecha; 5. Las prosexo afirmaban que las feministas negaban todo lo que fuera sexual, manifestando aversión por todo lo que tuviera que ver con sexo, convirtiéndose en “antisexo”,como si la raíz de la opresión de las mujeres no fuera sexual; 6. Las antifeministas aseveraban que las feministas, sustentadas en un retrógrada y falso “sistema binario”,creaban una oposición entre hombres y mujeres que no existía,siendo
una invención para culpabilizarlos, negando las múltiples formas de violencia histórica contra las mujeres; 7. Las sadomasoquistas hablaban en nombre de “las lesbianas” (es decir, en nuestro nombre) de manera arbitraria e impositiva como Gayle Rubin en Reflexionando
sobre el sexo: Notas para una teoría radical de la sexualidad (1984) y Pat Califia en sus publicaciones, como si el sadomasoquismo fuera connatural entre las lesbianas; cuando era uno de los principales factores que el lesbianismo feminista combatía; 8. Las prosexo
hablaban de “las lesbianas” contra “las feministas”, afirmando exactamente lo que siempre habíamos combatido, la separación entre lesbianas y feministas; 9. Las prosexo acusaban a las feministas de rechazar a los hombres, es decir, de practicar la misoginia al revés, la androfobia, a través de la marginación, segregación y exclusión de estos al no admitirlos dentro de las organizaciones feministas. Este último punto es crucial porque el pilar sobre el que se pudo construir el movimiento feminista fue precisamente la autonomía, la autonomía política, es decir la posibilidad de unirse las mujeres entre sí independientemente de los hombres y tomar sus propias decisiones; 10. Finalmente, para las antifeministas el nuevo sujeto del feminismo dejan de ser las mujeres, que es ocupado por la diversidad sexual, eliminando la esencia del feminismo, que eran y son las mujeres y los hombres verdaderamente feministas.

De esta corriente se generaron dos posturas: 1. Aquélla que aseguró que el feminismo era totalmente obsoleto y anacrónico y sus temáticas y agenda totalmente superadas, porque las mujeres ya eran libres y no había por qué continuar luchando (por supuesto, se refería a las mujeres del Primer Mundo, blancas o blanqueadas, pequeñoburguesas, urbanas, profesionistas, tecnocratizadas, e inclusive a muchas lumpen que se jactaban de autonombrarse disidentes, subversivas y hasta anarquistas y, por lo tanto, abandonaban el feminismo; y 2. la más peligrosa, aquélla que se propuso crear un nuevo feminismo totalmente opuesto al anterior, un feminismo lúdico que ya no hablara de la opresión de las mujeres sino del sexo como placer, gozo y diversión, que no le tuviera miedo al sexo y lo reivindicara, llamando a las mujeres a “apropiarse de su propia sexualidad” (planteamiento totalmente fuera de la realidad para la inmensa mayoría de mujeres en el planeta: tercermundistas, obreras, campesinas, pobres, indígenas, negras, amas de casa, migrantes, exiliadas, madres de varios hijos, desplazadas que no solo son abusadas sexualmente de manera permanente, sino que jamás podrán gozar de su sexualidad debido a la situación de opresión a que se encuentran sometidas), creando el “feminismo antifeminista”.

Un claro ejemplo de esta última postura es el conocido artículo de la lumpen transgénero Beatriz Preciado, cuyo título define su posición política: Después del feminismo (Preciado, 2007). Preciado propone un “nuevo feminismo” prosexo, posporno, disidente, de multitudes, para los monstruos, punk y transcultural, como respuesta contra el feminismo antisexo, radical y separatista (de izquierda), normativo, puritano, tradicional, blanco, colonial y racista que ve en las diferencias culturales, sexuales o políticas amenazas a su ideal heterosexual, eurocéntrico y estatal. E inclusive, citando a Ellen Willis, lo acusa de cómplice de las estructuras patriarcales que reprimen y controlan el cuerpo de las mujeres en la sociedad heterosexual y devuelven al Estado el poder de regular la representación de la sexualidad (la pornografía), concediéndole doble poder a una institución ancestral de origen patriarcal (Preciado, op. cit.). Además, insiste, su retórica de la violencia de género ha colocado en oposición a los hombres (del lado de la dominación) y a las mujeres (del lado de las víctimas). Con lo anterior, Preciado niega no solo la dicotomía hombre-mujer sino la opresión histórica de los hombres sobre las mujeres.

Un claro ejemplo de esta última postura es el conocido artículo de la lumpen transgénero Beatriz Preciado, cuyo título define su posición política: Después del feminismo (Preciado, 2007). Preciado propone un “nuevo feminismo” prosexo, posporno, disidente, de multitudes, para los monstruos, punk y transcultural, como respuesta contra el feminismo antisexo, radical y separatista (de izquierda), normativo, puritano, tradicional, blanco, colonial y racista que ve en las diferencias culturales, sexuales o políticas amenazas a su ideal heterosexual, eurocéntrico y estatal. E inclusive, citando a Ellen Willis, lo acusa de cómplice de las estructuras patriarcales que reprimen y controlan el cuerpo de las mujeres en la sociedad heterosexual y devuelven al Estado el poder de regular la representación de la sexualidad (la pornografía), concediéndole doble poder a una institución ancestral de origen patriarcal (Preciado, op. cit.). Además, insiste, su retórica de la violencia de género ha colocado en oposición a los hombres (del lado de la dominación) y a las mujeres (del lado de las víctimas). Con lo anterior, Preciado niega no solo la dicotomía hombre-mujer sino la opresión histórica de los hombres sobre las mujeres.

Una de las características más peligrosas de las antifeministas es que se apropian de una serie de autoras feministas como respaldo ideológico de autoridad teórica, tomando frases de éstas totalmente descontextualizadas y utilizándolas de manera absolutamente arbitraria para justificar argumentaciones contrarias a las propuestas por esas mismas autoras, por ejemplo, a Simone de beauvoir, Adrienne Rich, Angela Davis o gloria Anzaldúa, cuya perspectiva feminista nada tiene que ver con la visión misógina y antifeminista del feminismo prosexo, posporno, punk, transcultural o postfeminista, e incluso a la misma Monique Wittig, utilizándola para mezclar falsedades con verdades. Otra característica es que se reducen cómodamente a una práctica artística de producción audiovisual, literaria y performativa, dejando de lado la militancia y el compromiso práctico con la realidad de los millones de mujeres que viven situaciones de opresión y violencia y, sobre todo, dejando de lado la lucha política contra el sistema económico-político neopatriarcal capitalista, denominando “acciones políticas” a algunos escándalos públicos provocativos creados por la estética feminista posporno, “un tráfico de signos y artefactos culturales y de la resignificación crítica de códigos normativos” (Preciado, op. cit.).

Sin embargo, lo más grave de este “feminismo” es que el sujeto político del feminismo dejan de ser las mujeres, porque ya no son vistas como “realidad biológica predefinida” sino como “el descentramiento del sujeto mujer cuestionando el carácter natural de la condición femenina”. Este discurso, más allá de cuestionar lo femenino (como rol sexual), niega la existencia de dos sexos como realidades biológicas y, por lo mismo, desaparece la existencia real de las mujeres al desvanecerlas bajo el concepto“personas” o “multitudes”. Y, por consecuencia, invalida y elimina todas las conquistas y avances en materia de derechos de salud, civiles, laborales y políticos de las mujeres puesto que estas ya no existen. Para ello, dicha teorización creó una confusión deliberada de feminismo con prácticas sexuales, que son dos realidades completamente diferentes entre sí, con el fin de reducir al movimiento político feminista como una práctica sexual más, como el feminismo posporno.

Pero esta ideología no se limitó a los sectores sociales sexuales o sexopolíticos, sino que también invadió a otros movimientos sociales, como los raciales, étnicos, populares, migrantes, desempleados, de jóvenes, desempleados, e incluso llegando hasta los antirracistas, anticapitalistas y antiimperialistas.Y a nombre de la “subversión”, “transgresión”,“rebeldía” y“disidencia” de“las minorías”, plantea el “desmantelamiento” o “descarrilamiento” del “sistema normativo” sin definir en concreto cuál era es ese sistema, ese poder o esa hegemonía. Esta ambigüedad, laxitud, imprecisión, doble sentido, confusión ha sido precisamente su estrategia para desorientar y manipular a los movimientos sociales.

Pero para lograr dicha confusión, la ideología queer tenía necesariamente que destruir todas las identidades, es decir, fraccionar, desarticular y atomizar las luchas sociales en el más absoluto i-n-d-i-v-i-d-u-a-l-i-s-m-o (individualismo posesivo), eliminando y borrando las identidades que unían, congregaban o cohesionaban a los diferentes sectores sociales oprimidos, supuestamente para combatir el “sistema normativo dominante”.Y lo hizo, pero para hegemonizar (igualar) a todos en una sola entidad llamada “personas” (para los ricos) y “multitudes” (para los pobres) sin diferenciaciones de sexo, ni de raza, ni de clase, ni de nacionalidad, todos iguales, ocultando sus profundas diferencias, para que el sistema neopatriarcal capitalista pudiera imponer su lógica sin resistencias.

La normalización de la violencia y la alienación humana

De esta corriente se generaron dos posturas: 1. Aquélla que aseguró que el feminismo era totalmente obsoleto y anacrónico y sus temáticas y agenda totalmente superadas, porque las mujeres ya eran libres y no había por qué continuar luchando (por supuesto, se refería a las mujeres del Primer Mundo, blancas o blanqueadas, pequeñoburguesas, urbanas, profesionistas, tecnocratizadas, e inclusive a muchas lumpen que se jactaban de autonombrarse disidentes, subversivas y hasta anarquistas y, por lo tanto, abandonaban el feminismo; y 2. La más peligrosa, aquélla que se propuso crear un nuevo feminismo totalmente opuesto al anterior, un feminismo lúdico que ya no hablara de la opresión de las mujeres sino del sexo como placer, gozo y diversión, que no le tuviera miedo al sexo y lo reivindicara, llamando a las mujeres a “apropiarse de su propia sexualidad” (planteamiento totalmente fuera de la realidad para la inmensa mayoría de mujeres en el planeta:
tercermundistas, obreras, campesinas, pobres, indígenas, negras, amas de casa, migrantes, exiliadas, madres de varios hijos, desplazadas que no solo son abusadas sexualmente de manera permanente, sino que jamás podrán gozar de su sexualidad debido a la situación de opresión a que se encuentran sometidas), creando el “feminismo antifeminista”.

Pero debido a que estos grupos no permitían la participación de mujeres, gayle Rubin y Pat Califia crearon el primer grupo de mujeres sadomasoquistas. En 1984 Gayle Rubin publicó el ensayo al que ya hemos hecho referencia: “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”, “Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality in Pleasure and Danger” donde adopta una postura contraria a la que expuso en 1975 en “Tráfico de mujeres”, abandonando totalmente “su feminismo” y oponiéndose a las feministas que continuaban luchando contra las diferentes formas de opresión hacia las mujeres. Rubin se dedicó a hacer una defensa de las “prácticas sexuales no convencionales” desde las más simples hasta las nada convencionales: la literatura y las prácticas obscenas, materiales pornográficos, el sexo anal, oral, fetichismo, prostitución, juguetes sexuales, orgía, sadomasoquismo, etcétera, relacionándolas incluso con drogas (Rubin 1984: 165) y “vicios” (Rubin, op. cit.: 160); mezclándolas descabelladamente con el aborto o el control de natalidad. Y abocándose a hacer una apología de las prácticas de los submundos sexuales marginales, las comunidades eróticas, los desviados sexual o los disidentes eróticos; mezclando y revolviendo sexo con sexualidad, con prácticas sexuales y con identidades sexuales como si fueran lo mismo.

Asimismo, reivindicó el sexo comercial (Rubin, op. cit: 152-153), es decir, la industria comercial del sexo capitalista o mercantilización de la sexualidad, sin hacer una crítica a la comercialización capitalista de la sexualidad humana, principalmente de las mujeres. también reivindicó la pornografía en todos sus niveles, la prostitución, el sadomasoquismo y la pederastia, llamado por ella “sexo intergeneracional”.Y se opuso radicalmente a quienes trataran de definir cuáles sexualidades eran “buenas” y cuáles “malas”, o sea, las prácticas opresivas y no opresivas. Así pues, abrió peligrosamente la puerta al incesto, la violación matrimonial, el estupro, la violación tumultuaria, el hostigamiento, el turismo sexual, la prostitución infantil, la esclavitud sexual, la zoofilia, el bebismo, la trata e incluso el femicidio (genocidio de mujeres por ser sexo mujer). También se pronunció contra “el esencialismo sexual” (Rubin, op. cit.: 130, 132 y 134), situando al feminismo antipornografía, antiprostitución y antisadomasoquismo junto a los sectores e instituciones más conservadores y reaccionarios de la derecha, ocultando el hecho de que ella misma funcionaba como un vehículo de los intereses del sistema patriarcal contra las mujeres y de un sistema capitalista que hace de la sexualidad de los más débiles una mercancía para satisfacción de los más poderosos.

La ideología pos-posmoderna pos-posneoliberal está diseñada para salvaguardar los intereses del modelo económico del neopatriarcado capitalista. Por ello, resulta sumamente peligroso no identificar al conjunto de posturas teóricas “antifeministas” que responden a aquélla y están ocultas dentro del propio feminismo. Y que, además, están diseñadas para acabar con los fundamentos que dieron origen y sustento a todos los grandes movimientos sociales que se generaron durante los revolucionarios decenios 1950 y especialmente 1960 y 1970, contraponiéndoles los decenios de 1980, 1990 y 2000, profundamente reaccionarios y contrarrevolucionarios. Por ello, dicho sistema creó el concepto de “diversidad”: diversidad cultural, diversidad racial, diversidad étnica, diversidad sexual, etcétera, para revolver y mezclar en un solo ámbito diferentes sectores sociales pertenecientes a realidades contrarias o antagónicas entre sí, para revolver y mezclar opresores con oprimidos. Aplicando la ideología capitalista de que las clases sociales pueden y deben convivir juntas y en paz, sin lucha de clases.

Esta terrible confusión perfectamente planeada, trajo consecuencias desastrosas para el movimiento feminista porque lo desvió completamente de su propósito original que era la emancipación de las mujeres, es decir, la liberación de la esclavitud de la mitad de la humanidad.también lo desvió de la destrucción del patriarcado y de la construcción de una nueva sociedad sin opresión sexual, incluyendo la liberación de los hombres del aspecto negativo de su propia masculinidad (con la excepción del feminismo separatista que creía que esto no era posible).

Pero sustentado en la más absoluta contradicción y falta de criticidad, el sistema institucional estatal patriarcal capitalista tomó la “perspectiva de género” como la panacea, mientras la misma Gayle Rubin contradecía sus primeros postulados, afirmando que:

En un trabajo anterior, “The Traffic in Women”, yo utilizaba el concepto de sistema de sexo/género, definido como“una serie de acuerdos por los que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana”. Mi argumentación era que “el sexo tal y como lo conocemos –identidad de género, deseo y fantasía sexual, conceptos de la infancia– es en sí mismo un producto social”. En dicho trabajo yo no distinguía entre deseo sexual y género, tratando a ambos como modalidades del mismo proceso social subyacente (Rubin, 1984: 183). En contraste con las opiniones que expresé en “The Traffic in Women”, afirmo ahora que es absolutamente esencial analizar separadamente género y sexualidad si se desean reflejar con mayor fidelidad sus existencias sociales distintas. Esto se opone a gran parte del pensamiento feminista actual, que trata la sexualidad como simple derivación del género (Rubin, op cit.: 184).

Por una sociedad justa gilánica, feminista-comunista, shambálica y Pachamama-pangeísta

El neopatriarcado capitalista del mundo occidental, moderno y posmoderno, judeocristioanoislámico, blanco o blanqueado, tecnocrático y urbano actualmente en declive y derrumbe, ha creado una profunda y brutal confusión e incertidumbre ideológica impulsada por la entelequia, la academia y los medios de información, controlados por los consorcios capitalistas de los cuales forma parte la industria sexual transnacional imperialista. El sexo, los roles sexuales y las prácticas sexuales siempre se desarrollan dentro del marco de un sistema social determinado y nunca en abstracto, como pretenden explicarlo muchos científicos sociales burgueses.

Por ello, es indispensable partir de los principios del marxengelismo para explicar cualquier tópico relacionado por un lado, con mujeres y por otro, con sexualidad, remitiéndose siempre al sistema económico, político y social y también, ecológico, cultural, sicológico, sexual y espiritual o sea sistema EPSECSE, base absolutamente indispensable para entender los fenómenos sociales y continuar con la propuesta de la revolución proletaria internacional: la toma del poder por el proletariado, incluyendo a campesinos, jornaleros, desempleados, migrantes y amas de casa y los pueblos- naciones indígenas o autóctonos, denunciando las traiciones que la socialdemocracia, el estalinismo y otros han hecho contra la emancipación del proletariado mundial. Sin olvidar eliminar del marxengelismo los elementos patriarcales que contiene y le han criticado las feministas socialistas.

Ante este mundo de confusión deliberada y de caos premeditado para desorientar a la sociedad, es indispensable también retomar las cosmovisiones de los pueblos originarios indígenas o autóctonos, tanto milenarios como actuales (eliminando asimismo, los resabios patriarcales). De estas es importante recuperar siete aspectos fundamentales:
⦁ El respeto al cosmos y a la Madre tierra: naturaleza, ciclos naturales, relación con el Sol y la luna, economía sustentable, energías naturales, no contaminación, entre otros;
⦁ La vida comunitaria siempre en beneficio del bien común, incluyendo sobre todo a las y los integrantes más vulnerables; 3. la defensa y sacralización de la propiedad comunal o colectiva contra la propiedad privada de los medios de producción, entre otros; 4. El trabajo en conjunto, colectivo y solidario eliminando la división del trabajo, proponiendo un trabajo adaptado a las necesidades físicas, psíquicas e intelectuales de cada persona, en colaboración y rotativo, entre otros; 5. la toma de decisiones colectiva a través del diálogo, la escucha y el debate a través de consejos (o soviets) comunitarios. Integrando a ancianas y ancianos, jóvenes, niñas y niños y a todos los desvalidos, evitando siempre la concentración de poder (eliminación absoluta del Estado y desaparición de la clase política); 6. la responsabilidad comunal y colectiva respecto a las y los desprotegidos o personas vulnerables temporales o permanentes (ancianas y ancianos, personas discapacitadas; enfermas y enfermos, etc.); y, finalmente, 7. Agregando algunas de las aportaciones fundamentales del feminismo lésbico indígena: por una vida comunal y social que evite la imposición e institucionalización de la familia, el matrimonio, la monogamia y la heterosexualidad, que respete la individualidad, los intereses y características particulares de cada persona, siempre y cuando no dañe a ninguna otra mediante la conciencia, la amorosidad y la solidaridad entre todas y todos.

Asimismo, es necesario retomar la propuesta del ecofeminismo como lo plantean María Mies y Vandana Shiva (1997), entre otras, de una economía de desarrollo sustent- able con energías limpias paralela al reconocimiento del carácter sagrado y espiritual del entorno, la biosfera y los recursos naturales. también aplicando la noción de la Pachamama-pangeísta como concepto mundial de la Madre tierra, incluida la natura- leza, la biósfera, los ciclos naturales y el cosmos con un carácter sagrado y con la reuni- ficación simbólica armónica sin colonialismos ni imperialismos de todos los continentes que componen la tierra.

De igual forma, establecer los cimientos de una sociedad justa gilánica. gilania es un neologismo, creado por la feminista judía austriaca Riane Eisler y significa: gylany, gy del griego gyne: mujer y an andros: hombre, teniendo la “l” entre ambas un doble significado: en griego deriva del verbo lyein o lyo, que significa solucionar o resolver y también disolver o liberar y en inglés representa vinculación, es decir, la no dominación entre ambas mitades de la humanidad (Eisler, 1987: 119-120).

Y finalmente, retomar el budismo debido a que no es una religión sino una práctica espiritual que, al conducir a la vacuidad, permite la integración de los seres humanos entre sí,con la naturaleza y con el cosmos,superando la fragmentación y la desvinculación que ha impuesto el patriarcado entre todos estos. Vinculado con lo Sagrado Femenino de la tradición milenaria de las comunidades matriarcales congregadas en torno a la gran Madre, la gran creadora y manutentora de los seres humanos y de la naturaleza así como al ideal de Shambala que significa: sociedad iluminada como lo expone el budista tibetano Chogyam Trungpa y que podemos interpretar como sociedad de masas conscientes o iluminación colectiva, aplicándolo a la praxis marxista: conciencia (teoría) y compromiso (práctica) masivo de las y los trabajadores para ser capaces de asumir el control de nuestro propio gobierno, recordando la propuesta de Rosa luxemburgo sobre el poder de las masas.

Por una re-evolución interna y externa, política y espiritual Om Mani Padme Hum

notas finales:

⦁ 1. El presente texto es un resumen del documento completo que se podrá consultar en http://yanmaria-yaoyolotl.blogspot.com/