La Soledad y la Desolación, por Marcela Lagarde

Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”, hasta cuando vamos muchas mujeres juntas.

La construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres, sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aún cuando sea como recuerdo.

Esa capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos sentir la desolación a cada instante.

Otro componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de desolación.

La soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.

Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.

Para construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas. Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real, material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.

La autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere desarrollar la disciplina de no levantar el teléfono cuando se tiene angustia, miedo o una gran alegría porque no se sabe qué hacer con esos sentimientos, porque nos han enseñado que vivir la alegría es contársela a alguien, antes que gozarla. Para las mujeres, el placer existe sólo cuando es compartido porque el yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.

Es por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad intelectual distinta que pensar frente a otros.

Uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.

Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.

Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres.

No hay autonomía sin revolucionar la manera de pensar y el contenido de los pensamientos. Si nos quedamos solas únicamente para pensar en los otros, haremos lo que sabemos hacer muy bien: evocar, rememorar, entrar en estados de nostalgia. El gran cineasta soviético Andrei Tarkovski, en su película “Nostalgia” habla del dolor de lo perdido, de lo pasado, aquello que ya no se tiene.

Las mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se vuelve un atributo del género de las mujeres.

El recordar es una experiencia de la vida, el problema es cuando en soledad usamos ese espacio para traer a los otros a nuestro presente, a nuestro centro, nostálgicamente. Se trata entonces de hacer de la soledad un espacio de desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad, del erotismo y sexualidad propias.

En la subjetividad de las mujeres, la omnipotencia, la impotencia y el miedo actúan como diques que impiden desarrollar la autonomía, subjetiva y prácticamente.

La autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de creatividad, con posiblidad de pensamiento, de duda, de meditación, de reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de autonomía, de protagonismo pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.

Necesitamos romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de la acción ; porque es una fuga donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace en la fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando que ya resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para salir de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales, que es donde se vive la autonomía.

Tenemos que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas vitales de la existencia.

La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental. y se requiere disciplina para aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda del estado de soledad.

Mirada como un estado del ser –la soledad ontológica– la soledad es un hecho presente en nuestra vida desde que nacemos. En el hecho de nacer hay un proceso de autonomía que al mismo tiempo, de inmediato se constituye en un proceso de dependencia. Es posible comprender entonces, que la construcción de género en la mujeres anula algo que al nacer es parte del proceso de vivir.

Al crecer en dependencia, por ese proceso de orfandad que se construye en las mujeres, se nos crea una necesidad irremediable de apego a los otros.

El trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir la soledad. El trato que ideológicamente se da a la soledad y la construcción de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte de la experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras.

Una demanda típicamente femenina es que nos “acompañen” pero es un pedido de acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de asumir su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los otros.


A Solidão e a Desolação, por Marcela Lagarde

Nos ensinaram a ter medo da liberdade; medo de tomar decisões, medo à solidão. O medo à solidão é um grande impedimento na construção da autonomia, porque desde muito pequenas e toda a vida nos formaram no sentimento de orfandade; porque nos fizeram profundamente dependentes dos demais e nos fizeram sentir que a solidão é negativa, ao redor da qual há toda uma classe de mitos. Esta construção se reforça com expressões como as seguintes “Vai ficar sozinha?”, “Por que tão sozinhas garotas?”, mesmo quando estamos em muitas mulheres juntas.

A construção da relação entre os gêneros tem muitas implicações e uma delas é a de que as mulheres não estamos feitas para estar sozinhas dos homens, senão que o sossego das mulheres depende da presença dos homens 1, mesmo quando seja na forma de uma recordação.

Essa capacidade construída nas mulheres de nos criar fetiches, guardando recordações materiais dos homens para não nos sentirmos sozinhas, é parte do que tem que desmontar-se. Uma chave para fazer este processo é diferenciar entre solidão e desolação. Estar desoladas é o resultado de sentir uma perda irreparável. E no caso de muitas mulheres, a desolação surge toda vez que ficamos sozinhas, quando alguém não chegou, o quando chegou mais tarde. Podemos sentir a desolação a cada instante.

Outro componente da desolação e que é parte da cultura de gênero das mulheres é a educação fantasística para a esperança. À desolação acompanha a esperança: a esperança de encontrar a alguém que nos quite o sentimento de desolação.

A solidão pode definir-se como o tempo, o espaço, o estado onde não há outros que atuam como intermediários com nós mesmas. A solidão é um espaço necessário para exercer os direitos autônomos da pessoa e para ter experiências em que não participam de maneira direta outras pessoas.

Para enfrentar o medo à solidão temos que reparar a desolação nas mulheres e a única reparação possível é pôr nosso eu no centro e converter a solidão em um estado de bem-estar da pessoa.

Para construir a autonomia necessitamos solidão e requeremos eliminar na prática concreta, os múltiplos mecanismos que temos as mulheres para não estar sozinhas. Demanda muita disciplina não sair correndo a ver a amiga no momento em que ficamos sozinhas. 2 A necessidade de contato pessoal em estado de dependência vital é uma necessidade de apego. No caso das mulheres, para estabelecer uma conexão de fusão com os outros, necessitamos entrar em contato real, material, simbólico, visual, auditivo ou de qualquer outro tipo.

A autonomia passa por cortar esses cordões umbilicais e para lograr isso, se requer desenvolver a disciplina de não levantar o telefone quando se tem angústia, medo ou uma grande alegria porque não se sabe quê fazer com esses sentimentos, porque nos ensinaram que viver a alegria é contá-la a alguém, antes que simplesmente gozá-la. Para as mulheres, o prazer existe somente quando é compartilhado porque o eu não legitima a experiência; porque o eu não existe.

É por tudo isso que necessitamos fazer um conjunto de mudanças práticas na vida cotidiana. Construímos autonomia quando deixademos de manter vínculos de fusão com os outros; quando a solidão é esse espaço de onde podem nos passar coisas tão interessantes que nos pôem a pensar. Pensar em solidão é uma atividade intelectual distinta que pensar frente a outros.

Um dos processos mais interessantes do pensamento é fazer conexões; conectar o fragmentário. E isso não é possível fazer se não é em solidão.

Outra coisa que se faz em solidão e que funda a modernidade, é duvidar. Quando pensamos frente aos outros o pensamento está comprometido com a defesa de nossas idéias. Quando o fazemos em solidão, podemos duvidar.

Se não duvidamos não podemos ser autônomas porque o que temos é pensamento dogmático. Para ser autônomas necessitamos desenvolver pensamento crítico, aberto, flexível, em movimento, que não aspira a construir verdades e isso significa fazer uma revolução intelectual nas mulheres.

Não há autonomia sem revolucionar a maneira de pensar e o conteúdo dos pensamentos. Se ficamos sozinhas unicamente para pensar nos outros e outras, faremos o que sabermos fazer muito bem: evocar, rememorar, entrar em estados de nostalgia. O grande cineasta soviético Andrei Tarkovski, em seu filme “Nostalgia” fala da dor do que é perdido, do passado, aquilo que já não se tem.

As mulheres somos especialistas em nostalgia e como parte da cultura romântica se torna um atributo de gênero das mulheres.

O recordar é uma experiência da vida, o problema é quando em solidão usamos esse espaço para trazer os demais ao nosso presente, ao nosso centro, nostálgicamente. Se trata então de fazer da solidão um espaço de desenvolvimento do pensamento próprio, da afetividade, do erotismo e da sexualidade próprias.

Na subjetividade das mulheres, a onipotência, a impotência e o medo atuam como diques que impedem desenvolver a autonomia, subjetiva e praticamente.

A autonomia requer converter a solidão em um estado prazeroso, de gozo, de criatividade, com possibilidade de pensamento, de dúvida, de meditação, de reflexão. Se trata de fazer da solidão um espaço onde é possível romper o diálogo subjetivo interior com os outros e outras e no qual realizamos fantasias de autonomia, de protagonismo mas de uma grande dependência e onde se diz tudo o que não se faz na realidade, porque é um diálogo discursivo.

Necessitamos romper esse diálogo interior porque se torna substitutivo da ação; porque é uma fuga onde não há realização vicária da pessoa porque o que faz na fantasia não o faz na prática, e a pessoa fica contente pensando que já resolveu tudo, mas não tem os recursos reais, nem os desenvolve para sair da vida subjetiva intra-psíquica ao mundo das relações sociais, que é onde se vive a autonomia.

Temos que desfazer o monólogo interior. Temos que deixar de funcionar com fantasias do tipo “lhe digo, me diz, lhe hago”. Se trata mais bem de pensar “Aqui estou, quê penso, quê quero, para onde, como, quando, e por quê” que são perguntas vitais da existência.

A solidão é um recurso metodológico imprescindível para construir a autonomia. Sem solidão não somente ficamos na precocidade senão que não desenvolvemos as habilidades do eu. A solidão pode ser vivida como metodologia, como processo de vida. Ter momentos temporais de solidão na vida cotidiana, momentos de isolamento em relação com outras pessoas é fundamental. E se requer disciplina para isolar-se sistematicamente em um processo de busca do estado de solidão.

Vista como um estado do ser – a solidão ontológica – a solidão é um fato presente em nossas vidas desde que nascemos. No ato de nascer há um processo de autonomia ao mesmo tempo, de imediato se constitui em um processo de dependência. É possível compreender então, que a construção de gênero nas mulheres anula algo que ao nascer é parte do processo de viver.

Ao crescer em dependência, por este processo de orfandade que se constrói nas mulheres, nos cria uma necessidade irremediável de apego aos outros.

O trato social na vida cotidiana das mulheres está construído para impedir a solidão. O trato que ideologicamente se dá à solidão e à construção de gênero anulam a experiência positiva da solidão como parte da experiência humana das mulheres. Converter-nos em sujeitas significa assumir que de veras estamos sozinhas: sozinhas na vida, sozinhas na existência. E assumir isso significa deixar de exigir aos demais que sejam nossos acompanhantes na existência, deixar de impôr aos demais que estejam e vivam com a gente.

Uma demanda típicamente feminina é que nos "acompanhem"mas é um pedido de acompanhamento de alguém que é fraca, infantil, carenciada, incapaz de assumir sua solidão. Na construção da autonomia se trata de reconhecer que estamos sozinhas e de construir a separação e distância entre o eu e os outros/as.

1 Substituiría a expressão como ‘na presença de um outro significativo’, embora a autora se dirija as mulheres heteros, acho que essa socialização é comum a todas que nascem mulheres num heteropatriarcado. Mas como ele tem origem no machismo, essa educação a princípio existe para manter o sistema da heterossexualidade compulsória, mesmo quando essa se replica em dinamicas não-heteros. (N. T.)

2 Ou senão, chamar ao celular ou abrir facebook e redes sociais… revisar e-mails compulsivamente, e outros rituais para preencher esse vazio que é o encontro com uma mesma (N.T.).