La Soledad y la Desolación, por Marcela Lagarde¶
Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”, hasta cuando vamos muchas mujeres juntas.
La construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres, sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aún cuando sea como recuerdo.
Esa capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos sentir la desolación a cada instante.
Otro componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de desolación.
La soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.
Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.
Para construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas. Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real, material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.
La autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere desarrollar la disciplina de no levantar el teléfono cuando se tiene angustia, miedo o una gran alegría porque no se sabe qué hacer con esos sentimientos, porque nos han enseñado que vivir la alegría es contársela a alguien, antes que gozarla. Para las mujeres, el placer existe sólo cuando es compartido porque el yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.
Es por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad intelectual distinta que pensar frente a otros.
Uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.
Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.
Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres.
No hay autonomía sin revolucionar la manera de pensar y el contenido de los pensamientos. Si nos quedamos solas únicamente para pensar en los otros, haremos lo que sabemos hacer muy bien: evocar, rememorar, entrar en estados de nostalgia. El gran cineasta soviético Andrei Tarkovski, en su película “Nostalgia” habla del dolor de lo perdido, de lo pasado, aquello que ya no se tiene.
Las mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se vuelve un atributo del género de las mujeres.
El recordar es una experiencia de la vida, el problema es cuando en soledad usamos ese espacio para traer a los otros a nuestro presente, a nuestro centro, nostálgicamente. Se trata entonces de hacer de la soledad un espacio de desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad, del erotismo y sexualidad propias.
En la subjetividad de las mujeres, la omnipotencia, la impotencia y el miedo actúan como diques que impiden desarrollar la autonomía, subjetiva y prácticamente.
La autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de creatividad, con posiblidad de pensamiento, de duda, de meditación, de reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de autonomía, de protagonismo pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.
Necesitamos romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de la acción ; porque es una fuga donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace en la fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando que ya resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para salir de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales, que es donde se vive la autonomía.
Tenemos que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas vitales de la existencia.
La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental. y se requiere disciplina para aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda del estado de soledad.
Mirada como un estado del ser –la soledad ontológica– la soledad es un hecho presente en nuestra vida desde que nacemos. En el hecho de nacer hay un proceso de autonomía que al mismo tiempo, de inmediato se constituye en un proceso de dependencia. Es posible comprender entonces, que la construcción de género en la mujeres anula algo que al nacer es parte del proceso de vivir.
Al crecer en dependencia, por ese proceso de orfandad que se construye en las mujeres, se nos crea una necesidad irremediable de apego a los otros.
El trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir la soledad. El trato que ideológicamente se da a la soledad y la construcción de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte de la experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras.
Una demanda típicamente femenina es que nos “acompañen” pero es un pedido de acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de asumir su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los otros.
A Solidão e a Desolação, por Marcela Lagarde¶
Nos ensinaram a ter medo da liberdade; medo de tomar decisões, medo à solidão. O medo à solidão é um grande impedimento na construção da autonomia, porque desde muito pequenas e toda a vida nos formaram no sentimento de orfandade; porque nos fizeram profundamente dependentes dos demais e nos fizeram sentir que a solidão é negativa, ao redor da qual há toda uma classe de mitos. Esta construção se reforça com expressões como as seguintes “Vai ficar sozinha?”, “Por que tão sozinhas garotas?”, mesmo quando estamos em muitas mulheres juntas.
A construção da relação entre os gêneros tem muitas implicações e uma delas é a de que as mulheres não estamos feitas para estar sozinhas dos homens, senão que o sossego das mulheres depende da presença dos homens 1, mesmo quando seja na forma de uma recordação.
Essa capacidade construída nas mulheres de nos criar fetiches, guardando recordações materiais dos homens para não nos sentirmos sozinhas, é parte do que tem que desmontar-se. Uma chave para fazer este processo é diferenciar entre solidão e desolação. Estar desoladas é o resultado de sentir uma perda irreparável. E no caso de muitas mulheres, a desolação surge toda vez que ficamos sozinhas, quando alguém não chegou, o quando chegou mais tarde. Podemos sentir a desolação a cada instante.
Outro componente da desolação e que é parte da cultura de gênero das mulheres é a educação fantasística para a esperança. À desolação acompanha a esperança: a esperança de encontrar a alguém que nos quite o sentimento de desolação.
A solidão pode definir-se como o tempo, o espaço, o estado onde não há outros que atuam como intermediários com nós mesmas. A solidão é um espaço necessário para exercer os direitos autônomos da pessoa e para ter experiências em que não participam de maneira direta outras pessoas.
Para enfrentar o medo à solidão temos que reparar a desolação nas mulheres e a única reparação possível é pôr nosso eu no centro e converter a solidão em um estado de bem-estar da pessoa.
Para construir a autonomia necessitamos solidão e requeremos eliminar na prática concreta, os múltiplos mecanismos que temos as mulheres para não estar sozinhas. Demanda muita disciplina não sair correndo a ver a amiga no momento em que ficamos sozinhas. 2 A necessidade de contato pessoal em estado de dependência vital é uma necessidade de apego. No caso das mulheres, para estabelecer uma conexão de fusão com os outros, necessitamos entrar em contato real, material, simbólico, visual, auditivo ou de qualquer outro tipo.
A autonomia passa por cortar esses cordões umbilicais e para lograr isso, se requer desenvolver a disciplina de não levantar o telefone quando se tem angústia, medo ou uma grande alegria porque não se sabe quê fazer com esses sentimentos, porque nos ensinaram que viver a alegria é contá-la a alguém, antes que simplesmente gozá-la. Para as mulheres, o prazer existe somente quando é compartilhado porque o eu não legitima a experiência; porque o eu não existe.
É por tudo isso que necessitamos fazer um conjunto de mudanças práticas na vida cotidiana. Construímos autonomia quando deixademos de manter vínculos de fusão com os outros; quando a solidão é esse espaço de onde podem nos passar coisas tão interessantes que nos pôem a pensar. Pensar em solidão é uma atividade intelectual distinta que pensar frente a outros.
Um dos processos mais interessantes do pensamento é fazer conexões; conectar o fragmentário. E isso não é possível fazer se não é em solidão.
Outra coisa que se faz em solidão e que funda a modernidade, é duvidar. Quando pensamos frente aos outros o pensamento está comprometido com a defesa de nossas idéias. Quando o fazemos em solidão, podemos duvidar.
Se não duvidamos não podemos ser autônomas porque o que temos é pensamento dogmático. Para ser autônomas necessitamos desenvolver pensamento crítico, aberto, flexível, em movimento, que não aspira a construir verdades e isso significa fazer uma revolução intelectual nas mulheres.
Não há autonomia sem revolucionar a maneira de pensar e o conteúdo dos pensamentos. Se ficamos sozinhas unicamente para pensar nos outros e outras, faremos o que sabermos fazer muito bem: evocar, rememorar, entrar em estados de nostalgia. O grande cineasta soviético Andrei Tarkovski, em seu filme “Nostalgia” fala da dor do que é perdido, do passado, aquilo que já não se tem.
As mulheres somos especialistas em nostalgia e como parte da cultura romântica se torna um atributo de gênero das mulheres.
O recordar é uma experiência da vida, o problema é quando em solidão usamos esse espaço para trazer os demais ao nosso presente, ao nosso centro, nostálgicamente. Se trata então de fazer da solidão um espaço de desenvolvimento do pensamento próprio, da afetividade, do erotismo e da sexualidade próprias.
Na subjetividade das mulheres, a onipotência, a impotência e o medo atuam como diques que impedem desenvolver a autonomia, subjetiva e praticamente.
A autonomia requer converter a solidão em um estado prazeroso, de gozo, de criatividade, com possibilidade de pensamento, de dúvida, de meditação, de reflexão. Se trata de fazer da solidão um espaço onde é possível romper o diálogo subjetivo interior com os outros e outras e no qual realizamos fantasias de autonomia, de protagonismo mas de uma grande dependência e onde se diz tudo o que não se faz na realidade, porque é um diálogo discursivo.
Necessitamos romper esse diálogo interior porque se torna substitutivo da ação; porque é uma fuga onde não há realização vicária da pessoa porque o que faz na fantasia não o faz na prática, e a pessoa fica contente pensando que já resolveu tudo, mas não tem os recursos reais, nem os desenvolve para sair da vida subjetiva intra-psíquica ao mundo das relações sociais, que é onde se vive a autonomia.
Temos que desfazer o monólogo interior. Temos que deixar de funcionar com fantasias do tipo “lhe digo, me diz, lhe hago”. Se trata mais bem de pensar “Aqui estou, quê penso, quê quero, para onde, como, quando, e por quê” que são perguntas vitais da existência.
A solidão é um recurso metodológico imprescindível para construir a autonomia. Sem solidão não somente ficamos na precocidade senão que não desenvolvemos as habilidades do eu. A solidão pode ser vivida como metodologia, como processo de vida. Ter momentos temporais de solidão na vida cotidiana, momentos de isolamento em relação com outras pessoas é fundamental. E se requer disciplina para isolar-se sistematicamente em um processo de busca do estado de solidão.
Vista como um estado do ser – a solidão ontológica – a solidão é um fato presente em nossas vidas desde que nascemos. No ato de nascer há um processo de autonomia ao mesmo tempo, de imediato se constitui em um processo de dependência. É possível compreender então, que a construção de gênero nas mulheres anula algo que ao nascer é parte do processo de viver.
Ao crescer em dependência, por este processo de orfandade que se constrói nas mulheres, nos cria uma necessidade irremediável de apego aos outros.
O trato social na vida cotidiana das mulheres está construído para impedir a solidão. O trato que ideologicamente se dá à solidão e à construção de gênero anulam a experiência positiva da solidão como parte da experiência humana das mulheres. Converter-nos em sujeitas significa assumir que de veras estamos sozinhas: sozinhas na vida, sozinhas na existência. E assumir isso significa deixar de exigir aos demais que sejam nossos acompanhantes na existência, deixar de impôr aos demais que estejam e vivam com a gente.
Uma demanda típicamente feminina é que nos "acompanhem"mas é um pedido de acompanhamento de alguém que é fraca, infantil, carenciada, incapaz de assumir sua solidão. Na construção da autonomia se trata de reconhecer que estamos sozinhas e de construir a separação e distância entre o eu e os outros/as.
- * *
1 Substituiría a expressão como ‘na presença de um outro significativo’, embora a autora se dirija as mulheres heteros, acho que essa socialização é comum a todas que nascem mulheres num heteropatriarcado. Mas como ele tem origem no machismo, essa educação a princípio existe para manter o sistema da heterossexualidade compulsória, mesmo quando essa se replica em dinamicas não-heteros. (N. T.)
2 Ou senão, chamar ao celular ou abrir facebook e redes sociais… revisar e-mails compulsivamente, e outros rituais para preencher esse vazio que é o encontro com uma mesma (N.T.).
“Muitas de nós perdemos largas porções de nosas vidas ligadas a alguém, acreditando em outros para nossa validação, nosso valor próprio, nossa estabilidade emocional. Que um alguém, aqueles significantes outros, são muitas vezes parceiros sexuais. É difícil pra mulheres jogarem fora a noção de que nós somos completadas por estarmos atachadas a outro ser humano. . . Para muitas mulheres que escolhem celibato, é em um senso crítico sobre estar só. Sobre estar apta a fazer decisões para uma mesma sem referenciar a alguém mais; para viajar luzes sem ônus sexuais; aprender auto suficiencia e factua o que pode muitas vezes parecer assustador solidão por acreditar em si mesma para achar o caminho que se precisa.” “Celibato Passional é uma forma de sexualidade feminina. É a escolha de estar sem um parceiro sexual por razões positivas de caráter pessoal, politico, ou de crescimento espiritual, liberdade e independência. Celibato Passional é uma singularidade que permite mulheres a definir a elas mesmas autonomamente, enquanto que continuando a reter uma rede de conexões, particularmente em termos de outra pessoa e seus ou suas necessidades. É uma forma de prática sexual sem as lutas de poder de um relacionamento sexualmente ativo, que não é nem mantido por nem suporta o mito genital.” “Nós parecemos viver em uma sociedade sexual, mas não genuinamente sexual, porque uma verdadeira sociedade sexual oferecendo escolhas livres tanto para homens quanto para mulheres seria injuriante para a elite em poder. O que a gente vive é em uma sociedade genital-fixada que comunica mensagens para mulheres que muda de acordo com seu tempo para servir à ordem social. Essas são o que chamo ‘mensagens genitais’ . Homens prescrevem o que é feminino, o que é sexy, os ditames para o comportamento sexual de mulheres. Em diferentes momentos mulheres são ditas para serem mães quentes, chicas liberadas, ou putas frígidas. Em nenhum momento pode uma mulher livremente escolher estar em regime celibatário como uma forma de comportamento sexual, porque em momento algum pôde uma mulher livremente estar permitida a escolher seu próprio modo de atividade sexual. Homens sempre sublinharam o que era apropriado, decidiram o que era desejável.” “Através do celibato uma mulher aprende a controlar sua própria vida, a tomar riscos, a crescer, fazer decisões, a viver por sua própria conta, a valorizar outras mulheres, a ver homens como possíveis amigos e potenciais iguais e não apenas como meramente amantes ou inimigos.” “No fim do período vitoriano quase uma entre três mulheres adultas eram solteiras e uma em cada quatro eram não desejosas de se casar.” traduzido de: “É preciso que se abram para a mulher as múltiplas portas da vida. É preciso endurecer seu coração e foijar sua vontade. Já é hora de ensinar à mulher a não considerar o amor como a única base de sua vida e sim como uma etapa, como um meio de revelar seu verdadeiro eu. É necessário que a mulher aprenda a sair dos conflitos do amor, não com as asas quebradas e sim como saem os homens, com a alma fortalecida. É necessário que a mulher aceite o lema de Goethe: “Saber desprezar o passado no momento em que se quer e receber a vida como se acabasse de nascer”. Afortunadamente, já se distinguem os novos tipos femininos, as mulheres celibatárias para as quais os tesouros que a vida pode oferecer não se limitam ao amor”. (Alexandra Kollontai, A Nova Mulher e a Moral Sexual) Andrea Dworkin: “Um amor romântico, tanto na pornografia quanto na vida real, é a mítica celebração da negação feminina. Para uma mulher, o amor é definido como sua boa vontade para se submeter a sua própria aniquilação. A prova de amor é que ela está disposta a ser destruída por aquele que ela ama, pelo seu bem. Para as mulheres, o amor é sempre auto-sacrifício, sacrifício de sua identidade, desejo e integridade de seu corpo; para que satisfaça e se redima diante da masculinidade de seu amado”. (retirado de: hysterocracya.blogspot.com) |
|
ON CELIBACY One hangup to liberation is a supposed “need” for sex. It is something that must be refuted, coped with, demythified, or the cause of female liberation is doomed. Already we see girls, thoroughly liberated in their own heads, understanding their oppression with terrible clarity trying, deliberately and a trace hysterically, to make themselves attractive to men, men for whom they have no respect, men they may even hate, because of “a basic sexual-emotional need.” Sex is not essential to life, as eating is. Some people go through their whole lives without engaging in it at all, including fine, warm, happy people. It is a myth that this makes one bitter, shriveled up, twisted. The big stigma of life-long virginity is on women anyway, created by men because woman’s purpose in life is biological and if she doesn’t fulfill that she’s warped and unnatural and “must be all cobwebs inside.” Men are suspected at worst of being self-centered or afraid of sex, but do not carry any stigma of being unnatural. A man’s life is taken as a whole on its merits. He was busy, it may be thought, dedicated, a great man who couldn’t spare the time and energy for demanding relationships with women. The guerillas don’t screw. They eat, when they can, but they don’t screw. They have important things to do, things that require all their energy. Everyone of us must have noticed occasions when he was very involved in something, fighting, working, thinking, writing, involved to the extent that eating was haphazard, sleeping deliberately cheated. But the first thing that goes is sex. It’s inconvenient, time-consuming, energy-draining, and irrelevant. We are programmed to crave sex. It sells consumer goods. It gives a lift and promises a spark of individual self-assertion in a dull and routinized world. It is a means to power (the only means they have) for women. It is also, conversely, a means of power for men, exercized over women, because her sexual desire is directed to men. Few women are actually satisfied, of course, but they blame the particular man and nurse the myth that they can be satisfied and that this nirvana is one which a man and only a man can bring her. Moreover, sexual freedom is the first freedom a woman is awarded and she thinks it is very important because it’s all she has; compared to the dullness and restrictiveness of the rest of her life it glows very brightly. But we must come to realize that sex is actually a minor need, blown out of proportion, misunderstood (usually what passes for sexual need is actually desire to be stroked, desire for recognition or love, desire to conquer, humiliate or wield power, or desire to communicate). We must come to realize that we don’t need sex, that celibacy is not a dragon but even a state that could be desirable, in many cases preferable to sex. How repugnant it really is, after all, to make love to a man who despises you, who fears you and wants to hold you down! Doesn’t screwing in an atmosphere devoid of respect get pretty grim? Why bother? You don’t need it. Erotic energy is just life energy and is quickly worked off if you are doing interesting, absorbing things. Love and affection and recognition can easily be found in comrades, a more honest and open love that love you for yourself and not for how docile and cute and sexy and ego-building you are, a love in which you are always subject, never merely object, always active, never merely relative. And if despite all this genital tensions persist you can still masturbate. Isn’t that a lot easier anyway? This is a call not for celibacy but for an acceptance of celibacy as an honorable alternative, one preferable to the degradation of most male-female sexual relationships. But it is only when we accept the idea of celibacy completely that we will ever be able to liberate ourselves. Until we accept it completely, until we say “I control my own body and I don’t need any insolent male with an overbearing presumptuous prick to come and clean out my pipes” they will always have over us the devastating threat of withdrawing their sexual attentions and worse, the threat of our ceasing even to be sexually attractive. And that devastating rejection is absolutely inevitable. If you are serious and men realize it they will cease being attracted to you. If you don’t play the game, the role, you are not a woman and they will NOT be attracted. You will be sexless and worse, unnatural and threatening. You will be feared and despised and viciously maligned, all by men you know perfectly well you could charm utterly and wrap around your finger just by falling into the female role, even by men who have worshipped you in the past. How is that possible? Obviously, because they never were worshipping you. That’s the bitter truth, and you’d better catch on now. Whenever they’re nice to us, it isn’t us they’re being nice to but their own solipsistic creations, the versions of us they manufacture for their own amusement and pleasure and purposes. How presumptuous it is of us to accept the love and admiration, to crave it even, as if it were meant for us! It’s their female ideal they adore and they will be resentful and angry if you mar that image and will turn against you to a man if you try to destroy it. Unless you accept the idea that you don’t need them, don’t need sex from them, it will be utterly impossible for you to carry through, it will be absolutely necessary to lead a double life, pretending with men to be something other than what you know you are. The strain of this would be unimaginable and could end in a number of disastrous ways. You, who have had such heady power to charm and arouse and win men’s total admiration and respect, must be willing to give it up. You must be willing that they cease to be attracted to you, even find you repulsive, that they cease to respect you, even despise you, that they cease to admire you, even find you unnatural and warped and perverted sexually. These men who were so tenderly protective will try to destroy you, to stab you in the back, to use any underhanded means to get back at you for posing this threat to them. You have done them the incalculable offense of not deferring to their sex, of daring to be yourself (putting your needs ahead of his), of stepping out of your role, of rejecting the phony sexual differentiations that make each of them feel like a man. It you don’t act like a woman he doesn’t see himself as a man, since his sexual identity depends on the differences, and so he feels actually castrated. Expect no love, no desire, no mercy from this man. You have to be prepared, then, to be not just unnatractive but actually sexually repulsive to most men, perhaps including all the men you currently admire. We’ve spent many years learning to be appealing to men, to all men, whether we are specifically interested in them or not. We dress, we walk, we laugh, we talk, we move our hands and our heads, we sit, we speak, all in a way carefully cultivated to be feminine and charming. We need to be thought charming and appealing even by men who bore us or repulse us, by strangers who may be trying to pick us up; we have a horror of appearing vulgar and repulsive even to the most nauseating creep. The creeps must all be brushed off gracefully, in a way that leaves their egos intact and consequently leaves them with a friendly impression of us. It’s so important that our image be favorable, we are willing to put up with the fact that it is false, distorted, that we are being loved for our weaknesses, or for qualities we don’t have at all, and our strengths are denied or ridiculed. If we are going to be liberated we must reject the false image that makes men love us, and this will make men cease to love us. Unless we can accept this we will crumble under the first look of fear and disgust; or certainly under the first such look from a man we love and admire. Ultimately, of course, we will cease to love and admire such men. We will have contempt for men who show that they cannot love us for ourselves, men whose egos demand and require falsehoods. It will be a less friendly world, but there will be no unrequited longing. What we’re really after is to be loved for ourselves and if that’s impossible, why should we care about love at all? Friends and enemies will be clearly lined up, and the friends will be real friends and the enemies unable to hide behind phony benevolence — nor will we have to toady to them. An end to this constant remaking of ourselves according to what the male ego demands! Let us be ourselves and good riddance to those who are then repulsed by us! — Dana Densmore |
|
hey, gracias |
|